Convocatoria Número 38Desarrollos, Postdesarrollos, Modernidades
Aunque sus antecedentes son de vieja data y no hay un consenso del momento de su surgimiento, “el campo o la temática del desarrollo” se instala luego de la segunda guerra mundial en los ámbitos de las organizaciones internacionales, de la ciencia económica y de las ciencias sociales, así como de la política y la acción pública y en el propio sentido común de una amplia parte de la sociedad.Se establecen puntos de mira, enfoques y tipificaciones de las sociedades que establecen oposiciones como las de sociedad moderna/sociedad tradicional, desarrollo/subdesarrollo, países avanzados/atrasados, ricos/pobres; primer mundo/tercer mundo y norte/sur. Pero la corriente y fuerza “desarrollista” también abraza regiones más amplias que las solo tradicionalmente consideradas como propiamente subdesarrolladas. Este es el caso de los países del Sur de Europa y de la Europa Oriental bajo el bloque socialista, que después se les denominó economías en transición. Aun los países considerados avanzados podemos decir que reciben impulsos “desarrollistas” bajo las nociones de la reconstrucción, con la elaboración de planes y, sobre todo, de definiciones institucionales que busca hacerlos pasar a ser sociedades de alto de consumo de masas, tanto de bienes y servicios privados, como públicos.
En ese marco espacial extendido, aunque principalmente focalizado en las conceptualizados asociadas a los países caracterizados como subdesarrollados y pobres, existe una enorme cantidad de debates, enfoques y posiciones en distintos tópicos como la idea del crecimiento lineal en que todas las sociedades debían transitar por etapas; del crecimiento inducido y las funciones del Estado; el rol y la modernización de la agricultura; las distintas alternativas de industrialización; las orientaciones del comercio internacional; el rol de la inversión extranjera y el financiamiento externo, las modalidades del avance tecnológico; las tareas del Estado del campos como la salud y la educación; las nuevas disposiciones culturales y psicosociales requeridas; el rol de las instituciones; el papel de la geografía; los cuestiones de la demografía pertinente, y muchas otras cuestiones, las que van constituyendo el campo del desarrollo y sus expresiones teóricas y de estrategia. Si bien bajo ciertas ideas o corrientes dominantes, dicho campo se expresa también como un ámbito complejo y objeto de disputa continúa entre corrientes o paradigmas del desarrollo.
Esos debates comprenden por un lado cuestiones relativas a cuáles son los mejores o más eficientes medios, “modelos” o “sistemas” para alcanzar los objetivos del desarrollo o los ejemplos de países más exitosos, como los capitalismos clásicos o, posteriormente el caso de los asiáticos, los nórdicos o algunas experiencias socialistas. Pero también algunas de esas disputas amplían los márgenes de la discusión y construyen una dimensión normativa acerca de lo que debía ser entendido por desarrollo, que incluye una vista crítica y un cuestionamiento a aquellos “modelos socioeconómicos” considerados hasta ahí como referenciales.
En ese espacio de elaboraciones, ya en los años setenta del siglo XX aparecen críticas que reelaboran la “dimensión social” del desarrollo, revalorizando la equidad, el buen trabajo, y la satisfacción de las necesidades humanas como parte de él; que revalorizan las culturas “propias” y la naturaleza e inician un distanciamiento de un universalismo impuesto; que levantan los negativos y amenazantes impactos ambientales y ecológicos como aspectos desde donde evaluar lo que ocurría; que reaccionan a la consideración de las poblaciones como “objetos” del desarrollo imaginado esto desde visiones básicamente tecnocráticas.
Las críticas al PIB como indicador de desarrollo surgen desde varios puntos de vista y, aún más, emergen nociones como mal desarrollo, calidad de vida y de desarrollo alternativo u “otro desarrollo”, que expresan estas visiones críticas y la búsqueda de alternativas no solo al “subdesarrollo” sino también al “desarrollo real” del “capitalismo avanzado”, al socialismo real.
El liberalismo económico más o menos radical que reemerge en los años 80 y 90 del siglo XX puede ser entendido en parte como una respuesta a esas críticas variadas y sustantivas que se iban generando en torno a la cuestión del desarrollo, reponiendo una visión centrada nuevamente en la enorme centralidad del crecimiento económico, de la importancia de la propiedad privada, de la expansión de las relaciones mercantiles y de los contextos favorables a la inversión con fines de lucro como combinación de aspectos generadores de desarrollo y en que hay un especial acento acerca del papel virtuoso de la tecnología.
Otros discursos críticos profundizan senderos provenientes de decenios anteriores y maduran nuevas visiones que se enuncian como postdesarrollo, alternativas al desarrollo o decrecimiento, entre otras. Según ellos, la era del desarrollo debiese ser superada y entrar a otra marcada por otras racionalidades en buena parte proveniente de las poblaciones que más que recibir los beneficios del desarrollo habrían sido más bien víctimas de él. A partir de ello se penetra en un tiempo que sería de necesarias transiciones sobre las cuales algunos señalaran que están en curso y definiría una época de postcapitalismo. En algunos casos se rescatan formas de existir que no solo se llaman a respetar sino también a tomar como saberes a proyectar hacia delante, como la noción de Buen Vivir u otras similares, de pueblos indígenas del mundo mapuche, amazónico y andino.
Sobre esta larga historia de paradigmas, visiones, discusiones, disputas, pasadas y presentes, convocamos a escribir para este número de la Revista Academia. Los escritos podrán tener como base reflexiones teóricas, ensayísticas, diálogos con algún autor, una investigación literaria o “de terreno”, alguna evidencia empírica, la referencia a un cierto momento de un país, un intento de “desarrollo” histórica y geográficamente situado, miradas sobre dilemas futuros, la penetración en algún concepto y en que, pueda establecerse alguna mirada diferente del campo tradicional del desarrollismo.
Esos distintos puntos de partida pueden aportar a una cierta reconstrucción de este debate que marca el siglo XX y XXI y que puede ser un aporte a las miradas que podamos hacer hoy de los desafíos teóricos y políticos de las sociedades contemporáneas y, en particular, de América latina.
Editores
Raúl González MeyerGabriel Loza Tellería