Paulo Freire. Revista de Pedagogía Crítica
Año 16, N° 20, Julio – Diciembre 2018
ISSN 0717 – 9065 ISSN ON LINE 0719 – 8019
pp. 123 - 143
MUJERES UNIVERSITARIAS ARGENTINAS
Y MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES DEL SIGLO XX
ARGENTINIAN UNIVERSITY WOMEN
AND STUDENT MOVEMENTS OF THE 20TH CENTURY
María Cristina Vera de Flachs*
Resumen
Los objetivos específicos de este trabajo se enfocan en analizar el paso de las primeras mujeres en la universidad argentina, haciendo hincapié en lo ocurrido en la Universidad Nacional de Córdoba como estudio de caso, en tanto ella fue la primera fundada en el territorio nacional. A fin de presentar un panorama amplio del tema nos proponemos aportar nuevos datos a partir de algunas protagonistas, analizando la bibliografía más reciente y utilizando fuentes de la época, algunas totalmente inéditas. El periodo de estudio se extiende desde el último tercio del siglo XIX hasta la década del sesenta cuando las jóvenes universitarias se vieron involucradas en los conflictos contra la dictadura militar. Obvio es decir que con esto no agotamos el tema sino tratamos de enriquecer las realidades que vivían las estudiantes en el lapso estudiado.
Palabras claves: Córdoba- Mujeres-Reforma- papel social y político- siglo XIX y XX.
* Doctora en Historia, Universidad Nacional de Córdoba; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET Argentina; vera@onenet.com.ar
Fecha de Recepción: 09 octubre 2018
Fecha de Aceptación: 30 noviembre 2018
Keywords: Córdoba, Women, Reforms, social and political role, 19th and 20th century.
INTRODUCCIÓN
Los estudios históricos en torno a las mujeres se han intensificado en estos últimos tiempos y quienes se ocuparon del tema, feministas o no, han dado como resultado infinidad de trabajos de investigación con pluralidad de enfoques y diferentes métodos, los que han posibilitado alcanzar conclusiones más ricas y amplias. Muchos son los que hacen referencia a los primeros ámbitos donde aquellas desarrollaron sus estudios, trabajos, reclamos y luchas por conseguir derechos similares a los hombres.
Un libro de reciente aparición pertenece a Mary Beard, catedrática de Cambridge que publicó Mujeres y poder. Un manifiesto, donde recorre el lugar que la literatura y la sociedad les otorgaron a las damas a lo largo de los siglos1. Ella sostiene que la voz de la mujer ha sido minimizada a lo largo de la historia incluso por sus características fonéticas. Desde siempre hemos asociado que un buen orador es alguien que logra impostar un tono de voz segura, firme y sobretodo profunda, perdiéndose en esta categorización el contenido del discurso. No obstante debemos señalar que había resistencia de parte del público masculino para reconocer la intromisión femenina en el territorio discursivo de dicho género.
Respecto a lo ocurrido en Argentina y particularmente en Córdoba se ha afirmado en numerosas investigaciones que nadie se propuso hasta ahora escribir una historia del mundo universitario cordobés de principios del siglo XX desde una perspectiva de género y que quien lo hiciera se encontrará que era un mundo en el que las mujeres estaban ausentes. Opino lo contrario y en este artículo, realizado con fuentes primarias y bibliografía específica, trataremos de demostrarlo.
Por eso considero importante destacar la temprana aparición de los debates acerca de la cuestión femenina que demuestran que desde el último tercio del siglo XIX, Córdoba tiene ejemplos de mujeres que hicieron oír su voz en ámbitos públicos. Tal el caso de la progresista Ignacia Waldina Alba que, en una disertación leída en la Sociedad Unión y Progreso el 31 de julio de 1874, reclamó por la educación de la mujer para evitar estar confinada a un rincón y ser presentada ante la sociedad como torpe y esclava del hombre diciendo entre otros conceptos:
¡Injusta educación! Despojada de su belleza y de sus gracias, despojada de este mérito prestado por pocos años y hallándose desnuda de la verdadera importancia, del valor imperecedero, queda la ciencia (Alba I.G., p.10).
En la vereda del frente hubo hombres que ejerciendo cierto paternalismo pensaban lo opuesto y para mostrar las limitaciones de las mujeres se argüía que las diferencias fisio-sicológicas de los sexos incidía en las posibilidades de desarrollo intelectual de la misma. No obstante, hubo otros que tenían una mirada diferente sobre la misión de las mujeres, tal el caso de un autor cordobés que sostuvo muy temprano que no había ninguna razón que le impidiese a éstas sostener “la toga del magistrado, la espada del guerrero o depositar un voto independiente en la urna del sufragio. ¡Educación, educación completa y libre para la mujer y la humanidad marchará unida, sin distinción de clases, de colores, ni de sexos, a la posesión de sus magníficos y celestiales destinos!” (Olmedo, 1873, p.12). Mientras en un periódico cordobés señalaba:
“! La escuela! He aquí el punto donde deben dirigirse las miradas de todos los ciudadanos inteligentes, para cambiar nuestras masas ignorantes en ciudadanos conocedores de sus derechos y sus deberes sociales…” (El Eco de Córdoba, Nº 2672, 23 de febrero de 1872).
Domingo Faustino Sarmiento una figura señera en la educación argentina, continuará la senda trazada por Mitre, haciendo avanzar a la República en una vía donde todo lo que ella puede producir y dar será obtenido bajo la égida de leyes respetadas de una completa seguridad. En este contexto, la ciencia y la educación laica serán claves para entrar a la modernidad, pues el analfabetismo era uno de los males sociales que había que desterrar de la sociedad progresista. En sus escritos denunció la conducta patriarcal, la falta de libertad de las mujeres y la escasa inserción educativa de las mismas. Estaba convencido que ellas podían compartir inquietudes intelectuales y discutir de igual a igual sobre diferentes temas. Ello explica su amistad con Juana Manso, Rosa Pavlosky y la norteamericana Mary Mann que le había demostrado la importancia de la educación altamente científica de las jóvenes de su país. El 8 de octubre de 1875, aquel sostuvo: “La costura, el bordado y otros trabajos que ganaba para subsistir no le bastan ahora ni para comer”, por eso pensaba que era necesario que se abrieran escuelas normales de mujeres para que enseñen a los niños porque esa era su función natural y además porque el Estado economizaba en los sueldos, porque las mujeres cobraban la mitad de los hombres porque “sus necesidades eran menores” (Sarmiento “Discursos parlamentarios” en Obras completas, T. XX, vol., III).
Un año más tarde, el 11 de noviembre, después de inaugurar el tramo de la sección norte del Ferrocarril Central Córdoba a Tucumán Sarmiento visitó Córdoba y, en esa ocasión, disertó en el salón de actos de la Universidad y ante un público bien heterogéneo, donde había una buena cantidad de señoras llegó a expresar que no estaba lejos el “día que [las niñas] asistan con sus libritos debajo del brazo a los cursos universitarios”. Y así fue. La creación de las Escuelas Normales fue una experiencia positiva y exitosa para la educación de las mujeres que fueron abriendo el camino para el ingreso a la Universidad.
Al acelerarse la transformación socioeconómica algunas mujeres fueron capaces de quebrar los límites de una vida doméstica estrecha y aventurarse en el mundo de la cultura y la educación llegando a aspirar ingresar a los estudios superiores.
LOS ESTUDIANTES Y LA UNIVERSIDAD ARGENTINA
Para la segunda década del siglo XX los jóvenes universitarios eran numéricamente pocos en el país y estaban distribuidos de la siguiente manera: la Universidad de Buenos Aires contaba con 10.404 alumnos, La Plata con 2.835 y Córdoba con un poco más de mil, mientras las universidades provinciales (Litoral y Tucumán) tenían una matrícula ínfima. Sin embargo, esto no fue un obstáculo para que comenzaran a abandonar su rol pasivo y reclamaran el derecho a ser protagonistas de la vida estudiantil. Así exigieron la actualización de contenidos programáticos, planteando la necesidad de abrir camino a las nuevas corrientes de pensamiento. La universidad era un polo de atracción para los jóvenes que podían continuar sus estudios en ese nivel, ya que obtener un título profesional aseguraba su ejercicio como medio de vida y alcanzar el grado de doctor –final de la carrera para Derecho y Medicina hasta la Reforma- aseguraba prestigio y facilitaba el acceso al cargo público, tan reconocido socialmente.
Para 1918 la Universidad de Córdoba contaba con 1.001 estudiantes matriculados -es decir menos del 1% de la población urbana-, incluyendo los locales y los que provenían de otras provincias, principalmente del norte del país. De ese universo, 242 estudiaban en la Facultad de Derecho, 166 en la de Ingeniería y 593, los más numerosos, en la Facultad de Medicina, que tenía dos Escuelas la de Parteras y la de Farmacia. Después de la Reforma el número había crecido en Córdoba a 1.337 estudiantes en total y, al igual que lo ocurrido en otras partes del mundo, del total un porcentaje menor eran mujeres, siendo la totalidad en la Escuela de Parteras y menos en la de Farmacia donde las mujeres tuvieron presencia a partir de los primeros años del siglo XX.
¿Qué había acontecido para que eso ocurriera? Desde fines del siglo XIX las propuestas para que las mujeres recibieran la misma educación que los varones se intensificó favorecida por la existencia de la Escuela Normal de Córdoba –que como todas las otras que funcionaban en el país-, constituyó una experiencia exitosa de educación secundaria para las mujeres y preparó el camino para la demanda de estudios universitarios. Sin embargo eso no impidió que ellas afrontaran una serie de polémicas y hasta soportaran sospechas en torno a sus capacidades intelectuales y el cómo harían para compatibilizar el ejercicio profesional con los roles de madre y esposa, asignados por el discurso patriarcal. Al respecto, a la mujer se la representaba como débil por naturaleza, dulce, suave y tierna por educación y costumbre, por lo tanto se consideraba que ejercer la más dura de las profesiones como era la de médico era inadmisible.
LA REALIDAD EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
Se trataba de las mismas críticas y cuestionamientos que eran dirigidos a otras mujeres que, por entonces, se proponían similares desafíos en Europa e incluso en la Universidad de Buenos Aires. No fue casual que muchas de las que se inscribieron en esa casa de altos estudios fuesen feministas activas y militaran por la igualdad de derechos, entre ellos, el acceso a la educación. Y así lo afirmaron varias congresistas que asistieron al Congreso Femenino Internacional que tuvo lugar en Buenos Aires durante 1910, organizado por la Asociación de Universitarias Argentinas con el fin de conmemorar el centenario de la Revolución de Mayo. Entre las asistentes a dicho evento cabe mencionar, entre otras, a Cecilia Grierson (1859-1934) quien, en 1889, terminó el doctorado en Medicina y Cirugía, siendo la primera egresada universitaria del país. Sin embargo ella misma reconoció que nunca se le ofreció la oportunidad de ser jefa de sala, directora de algún hospital, o un puesto de médica escolar, o que se le permitiera ser profesora de la universidad (Kohn Loncarica, A.G., 1976, p. 47). La segunda médica recibida en Buenos Aires fue Elvira Rawson (1867-1954). Le siguieron Alicia Moreau, casada con el político socialista Juan B. Justo, fundó en 1902 el Centro Socialista feminista y la Unión Gremial Femenina, fue directora de La Vanguardia, órgano del partido y militante por los derechos humanos, en especial los de las mujeres. Irma Repetto, Denia Cherkoff de Repetto, Julieta Lantieri, Leonor y María Teresa Martínez Bisso y varias extranjeras célebres en su época. Estas primeras profesionales se orientaron hacia especialidades como la pediatría, la higiene, la ginecología y la obstetricia. Las estudiantes relacionadas a las ciencias de la salud han sido las más estudiadas, en parte por sus vínculos con los movimientos feministas de principios de siglo XX por la cátedra de Historia de la Medicina de la UBA que se ocupó de ellas; profundizando en las biografías de cada médica, sus trabajos de investigación y espacios de inserción laboral y considerando ciertas tendencias generales de cada generación.
En 1885 Elida Passo se recibió de farmacéutica y luego presentó un recurso judicial para inscribirse en Medicina, carrera que no pudo finalizar porque falleció antes de graduarse en 1893. Sara Justo, y Elvira y Ernestina López fueron las primeras egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras creada en 1896 en la Universidad de Buenos Aires. Ellas fundaron la Liga Argentina de Mujeres Librepensadoras. Estas, junto a otras profesionales que estudiaron en el extranjero y en otras universidades se fueron sumando a la lucha por los derechos civiles de la mujer y en la creación de diferentes agrupaciones y espacios institucionales, como el Consejo Nacional de Mujeres y la Agrupación de Universitarias Argentinas. Varias de ellas asistieron al Primer Congreso Femenino Internacional de 1910, cuyos objetivos eran establecer lazos de unión entre todas las mujeres del mundo y vincularlas a un pensamiento común: la educación e instrucción femenina. A su vez pretendían modificar prejuicios, tratando de mejorar la situación social de muchas mujeres. Una de las asistentes, la doctora Concepción Aleixandre hizo una erudita exposición sobre el papel de la mujer en la medicina a través de la historia señalando cuantas estudiantes de esa carrera había inscriptas en Francia, Bélgica, España, Dinamarca, Suecia y Alemania. Siendo de todos los países europeos Rusia quien tenía más médicas, en 1877 su número era de 430 de las cuales 73 eran judías, 19 católicas y el resto cristianas ortodoxas (Landaburu Argentino J., Et Al, 1982).
Esto explica que desde el comienzo hubo profesiones que se consideraban “aptas para mujeres”, mientras, otras, eran objetiva y subjetivamente masculinas, como abogacía o ingeniería. Cabe preguntarnos entonces ¿cuáles fueron los ideales y anhelos de las precursoras que optaron por las ciencias de la salud en Córdoba?
MARGARITA ZAZTKIN, PRIMERA MÉDICA CORDOBESA
Para explicitar esa pregunta tomaremos el caso de Margarita Zaztkin, quien se animó a ingresar al mundo de los hombres abriendo el camino para que otras mujeres lograran en Córdoba convertir las ciencias de la salud en un sitio donde hoy el género femenino tiene un lugar destacado. Nació el 18 de mayo de 1833 en Odessa – Ucrania. Como tantos otros judíos que huían del antisemitismo, su familia y otros miembros de la colectividad dejaron atrás su tierra mirando con esperanzas a América del Sur. La niña, de escasos 7 años de edad, llegó en el vapor Petrópolis a la Argentina en 1891 junto a sus padres, José y Ana Salman, radicándose en Moisés Ville, colonia establecida en 1889 cuando llegó el primer contingente de migrantes judíos de la mano del rabino Aron Goldman. Ciertamente no sabía leer ni escribir en castellano, por eso en el poblado donde sus progenitores permanecieron por seis años cursó las primeras letras. Sostiene Sandra McGee Deutsch que las mujeres jugaron un papel importante en el proceso de adaptación de los judíos. De sus maestros aprendieron el español y los ideales y costumbres locales, sin embargo contados fueron los casos de niñas judías, que motivadas por sus padres, se atrevieron a ir más allá de la instrucción primaria para inscribirse en las escuelas normales que, para fines del siglo XIX, ofrecían prestigio y buen sueldo. Y menos aun las que soñaron con la Universidad.
Debido a que la madre de Margarita padecía enfermedades que eran proclives a curarse en un lugar con buen clima la familia se trasladó a Córdoba, que tenía uno suave y seco, especial para personas delicadas de salud. La vida tranquila, el aire puro y el reposo podían ser una buena práctica curativa. Por otro lado, su padre había conseguido emplearse en una mueblería de esta ciudad, propiedad de un miembro de la colectividad y, a su vez, la familia estaba convencida de la necesidad de lograr una mejor formación para su hija. Estos motivos influyeron para que la familia se instalara en esta ciudad en 1897, incorporándose rápidamente a otro pequeño grupo de inmigrantes hebreos que estaban establecidos desde poco tiempo antes.
La joven decidida a estudiar contó, desde el principio, con el apoyo de su padre, quien le proporcionaba libros para su formación y ello se explica porque la familia procedía de una urbe que, por entonces, tenía casi medio millón de habitantes y donde convivían rusos con armenios, alemanes, tártaros, italianos y judíos con un alto nivel de educación. Ese ambiente tan heterogéneo y multicultural posibilitó en Odessa la existencia de una universidad, gran cantidad de colegios e institutos y varios periódicos, a la vez que incentivó a que las mujeres ingresaran a la Universidad. Judías, rusas y polacas fueron las primeras que supieron aprovechar la apertura universitaria en Europa, particularmente aquellas que habían sido expulsadas por los pogromos. La mayoría optó por medicina siendo las especialidades más requeridas ginecología y pediatría. Pero, en Córdoba, las cosas eran diferentes y las mujeres tenían escasas oportunidades de formarse e ingresar a la Universidad. Ante esta circunstancia Margarita no se amilanó y si quería inscribirse en la Universidad, previamente debía cursar el secundario en el Colegio Nacional de Monserrat, para lo cual era necesario contar con la aprobación de parte de un tribunal que juzgaría sus conocimientos y la autorización del Ministerio de Instrucción Pública para que fuese admitida en dicho establecimiento educativo. Se entrevistó con el rector de dicho Colegio, entonces un instituto exclusivo para varones, quien al ver su empeño designó una comisión de profesores para que la interrogaran sobre sus conocimientos en literatura, historia y química con el fin que pudiera completar los estudios que le permitieran inscribirse en medicina. Sin embargo, nada le resultaría fácil en tanto su familia sufriría en poco tiempo nuevos traspiés. Falleció su madre en 1902 y poco después su padre quien alcanzó a ver que su hija había concretado su sueño de ingresar a la Escuela de Farmacia, junto a otra descendiente de su colectividad Fanny Bachl Borchardt que, en 1901, se había recibido de partera. Recordar estos casos reviste especial interés porque ilustra el empeño que debieron poner las pioneras para ser aceptadas en la Universidad.
Margarita concluyó la carrera de farmacéutica, con sólo 22 años de edad, en 1905, y tres años después obtuvo su título de Dr. en medicina y cirugía. Entre sus compañeros figuraban Nicolás Carreras. Miguel A. Ferrer, Carlos Fábrega Luque, Pedro Cometo Senestrari, Manuel Masjoan, Bernardo Lozada Echenique, Javier Humberto Lascano Colodrero, Efraín Martínez Zuviría, León Morra y Manuel Ninci, muchos de ellos con sobresaliente actividad en la Universidad de Córdoba en los años subsiguientes.
Tras aprobar las materias del séptimo año con notas sobresalientes Margarita comenzó a pensar en el tema para redactar su tesis doctoral decidiéndose por uno relacionado con su sexo. Así se abocó a analizar el caso de una parturienta con distocia que ella había tratado cuando estuvo junto con su compañero Manuel Ninci, en la sala de ginecología del Hospital San Roque, entonces a cargo de los doctores Gil Barros y Benjamín Galíndez. Luego redactó de su puño y letra la tesis doctoral titulada “Un caso de distocia por un quiste hidatídico” que dedicó a la memoria de sus padres. Fue su director el joven Dr. Elías Fernández de la Puente, miembro de una familia liberal criolla de Entre Ríos y ex alumno de la Universidad de Córdoba, con quien casó en 1910 y tuvo tres hijos. A pesar de tanto esfuerzo ella casi no ejerció la profesión pues falleció a los 44 años en la ciudad de Rosario (M.C. Vera de Flachs, 2010; p.114).
A partir de estos primeros casos, poco a poco la mujer fue incorporándose a las aulas universitarias y posibilitó que recibiera igual formación que los varones. Después de la Primera Guerra Mundial las argentinas de clase media incrementaron su presencia en ella, aunque de manera desigual respecto al hombre, siendo preferida por las jóvenes la carrera de farmacéutica que demandaban menos tiempo de estudio.
A Margarita Zaztkin le siguieron: en 1917, la santafesina Amparo Lafarga que obtuvo el mismo título a los 24 años de edad y otras que rindieron en 1921 reválidas como la española Isabel Rodríguez y la rusa Fruna Wolobrinsky de Erugimovich. Ese mismo año se recibieron como doctoras en odontología las argentinas Ana María Coromidas y María Del Valle Giménez y como farmacéuticas las argentinas Felipa Antonia Ávila, Amelia R. Bruno, y Lucía Pagano (www.archivodelauniversidad.unc.edu.ar Índice de las primeras mujeres egresadas de la Universidad Nacional de Córdoba. 1884 – 1950).
Hoy más del 50% de la matrícula en varias carreras son mujeres. Es decir en el ámbito universitario a lo largo de un siglo la mujer ha hecho una revolución histórica, sin embargo los cambios en algunos estamentos de poder todavía no tienen la rapidez que se necesita.
LA MUJER EN EL MUNDO REFORMISTA
Si bien es cierto que el mundo reformista era mayoritariamente masculino, hubo mujeres que se animaron a romper con los prejuicios e ir más allá, acompañando a los compañeros del otro sexo.
La Escuela de Parteras, en su totalidad conformada por mujeres, ofrecía un espacio de formación superior y reconocimiento práctico, así como la
posibilidad de revalidar los títulos adquiridos en otras universidades. Para ingresar a la Escuela había que tener como mínimo 20 años, haber rendido examen con aprobación hasta el sexto grado, “tener buena conducta, gozar de buena salud, carecer de impedimento intelectual y no tener imposibilidad física para el ejercicio de la profesión” (IDEM, Ibídem p.120). Sin embargo ellas no participaron activamente en el momento de la Reforma, solo acompañaron las decisiones de los varones.
En este punto, cabe mencionar que el requisito de no tener “impedimento intelectual”, no aparece en la reglamentación de lo solicitado para cursar la carrera de doctorado en medicina ni para la de farmacia; carreras que cuando se formalizaron no se contempló expresamente que pudieran ser cursadas por mujeres, lo que posibilitó que se graduaran las primeras médicas y farmacéuticas. En este sentido, las estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba no fueron una excepción. En casi todos los países europeos y latinoamericanos, las primeras universitarias fueron egresadas de las Facultades de Medicina porque el impulso a la medicina parecía ser natural en las mujeres, tan natural como la enseñanza, pues las esposas y madres eran a comienzos del siglo XX como lo habían sido siempre las supervisoras de la salud y las enfermeras en el hogar. Para 1914 había 347 mujeres en el arte de curar en la provincia de Córdoba, de las cuales 211 eran parteras egresadas: 122 parteras argentinas y 89 extranjeras.
Por entonces los intelectuales y egresados de ese tiempo conformaban una elite con clara conciencia de grupo y pertenencia a un estrato para el cual le estaban reservadas las altas funciones del gobierno, no obstante muchos comenzaron a impugnar la institución señalando que la misma debía vestir a la moda. Los reclamos se hacían sentir en la prensa y en un artículo aparecido en ese tiempo en un periódico bien mordaz se decía que “la Universidad de Córdoba necesitaba vestirse a la moda, aunque de ella hayan salido los hombres más expectables que tiene el país” (La Carcajada, periódico cordobés, 5 de junio de 1881).
Así nacieron varias instituciones laicistas que reclamaban esos cambios y en ellas veremos militar a las jóvenes universitarias.
NACE LA ASOCIACIÓN CÓRDOBA LIBRE
Un grupo de jóvenes que habían cursado sus estudios de leyes en la Universidad de Córdoba decidieron aunar esfuerzos para formar, en 1916, la Asociación Córdoba Libre. Su origen tuvo lugar en una reunión en el Hotel Plaza en la que participaron entre otros líderes reformistas Deodoro Roca, Saúl Taborda, Arturo Orgaz y Arturo Capdevila, quienes resolvieron emprender la construcción de un espacio democrático y plural, lo que dio lugar para que el 10 de setiembre de 1916 se constituyera la “Asociación Córdoba Libre”, presidida por Arturo Orgaz. Adhirieron a ella además de los nombrados, Amado J. Roldán, Julio H. Brandán, Rafael Bonet, Martín Gil, Luis León, Octavio y José Pinto (hijo), Félix Etchegaray y José y Benjamín Palacio. La asociación tuvo carácter contestatario y exhibió una nueva sensibilidad que fue reflejo de la actividad intelectual, política y social de esa generación que dio como resultado la reforma de 1918.
Córdoba Libre incluyó un Comité Femenino, representado por María Ofelia Grandoli y Ana Mori que, a su vez, eran delegadas de la Escuela Profesional de Señoritas y ejercieron ese papel en 1918, acompañando a los compañeros reformistas. Es decir desde diferentes ámbitos las mujeres se fueron sumando a la lucha. Esta aseveración lo prueba también un artículo cuyo título es La rueca de Boleslao que apareció en la Revista La Montaña, órgano oficial de esa agrupación, donde se expresa lo siguiente:
“La manifestación pública del domingo ha renovado el recuerdo de aquel episodio. Ha sido necesario que las mujeres abandonaran sus faenas: sus hogares, sus hijos, sus cocinas y las tiendas para que la causa del “orden establecido” de la “fe de nuestros mayores” y de las instituciones eclesiásticas tan caras a Episcopos y Cía., tuvieran una “entusiasta” defensa que no han sabido prestarle los Boleslao de Córdoba”.
Evidentemente aparece aquí una clara referencia a la presencia de las mujeres cordobesas y su participación activa en la vida pública al punto que se señala que “ellas salen a las calles, pronuncian arengas, dicen cosas feas y hacen cosas de cabarets” (M. C. Vera De Flachs y Jorge Gaiteri, 2018, p.141).
Sin embargo en algunos sectores católicos las arengas y los cánticos de los muchachos reformistas que iban contra la Iglesia y la fe como aquel que decía “corazón santo tu reinarás pero los frailes nunca jamás pasarán” o “con la tripa del último fraile se hará la horca para el último rey” cantados en las manifestaciones callejeras y escritos por Arturo Capdevila, asustaban a las beatas madrugadoras y revolucionaban a las familias católicas despertando miedo. Por eso cerraban sus puertas y ventanas arguyendo que era probable que estos jóvenes hasta quisieran violarlas. Ese era el pretexto que utilizaban a la noche al cerrar las puertas las monjas del Colegio de las Hermanas Adoratrices a las estudiantes que estaban internas, según recuerda una hija de éstas (entrevista oral a una hija de una estudiante de esa época).
Otra muestra de la incipiente participación de la mujer en la vida pública y la admiración que despertaba el líder de la reforma de 1918, Deodoro Roca en el universo femenino, es la tarjeta encontrada en los papeles privados de éste donde alguien que se manifiesta parienta y amiga y dice lo siguiente:
Tarjeta:
Señor Dr. Deodoro Roca. Con entusiasmo te Saludo felicitándote por el valor y la franqueza deseando el más bril- lante éxito a la idea
de ¡Córdoba libre! Afectos a las muchachas Y un efusivo apretón de Manos para ti de tu parienta y amiga
Josefina Torres Cabrera (papeles privados)
Y porque no mencionar los celos que sentía su entonces novia Maruca Deheza que le decía a Deodoro que tuviera cuidado con la Señorita Morini que era una activa reformista y aparentemente se movía en ese círculo.
LAS MUJERES Y LA LUCHA ESTUDIANTIL DE 1918
En los primeros años del siglo XX, al igual que lo ocurrido en otras casas de altos estudios, encontramos en la Universidad Nacional de Córdoba graduadas relacionadas con el mundo de la medicina: parteras, farmacéuticas, odontólogas y doctoras en medicina y cirugía. No fue fácil para estas jóvenes cursar las materias en medicina y en odontología pues no se les permitía compartir las mesas examinadoras y los trabajos prácticos con sus compañeros varones, que les gastaban bromas pesadas con ciertas partes íntimas de los cadáveres, las que solían colocar en los bolsillos de sus guardapolvos. Muchas transitaron los increíbles días de la Reforma de 1918, pero su participación resulta hasta hoy imperceptible aun cuando hay ejemplos concretos de su intervención.
En muchos casos el matrimonio y la crianza de los hijos produjo que, a veces, la obtención del título se demorara y no se recibieran a término, tal el caso de la santafecina Prosperina Justa Parován que casó con un compañero de estudios y de lucha -Marcelo Germain- y con quien compartió la presidencia y vicepresidencia de la Comisión Directiva del Centro de Estudiantes de la Escuela de Odontología de los años 1918-1919. Prosperina consiguió que su padre la autorizara a viajar a Córdoba para inscribirse en la carrera de Odontología. Y su adaptación a esta ciudad fue tal que, en 1918, estaba inmersa en la lucha estudiantil. En junio de ese año los miembros del Comité Pro Reforma Universitaria, querían la creación de una Federación de Centros de Estudiantes como la que se produjo por esos días a nivel nacional con el surgimiento de la Federación Universitaria Argentina, por la que propiciaron elecciones en todos las Facultades. En Ciencias Médicas lo eligieron a Enrique Barros, que estudiaba medicina y eso provocó cierto recelo en las Escuelas que dependían de esa Facultad, las que tardíamente fundaron el Centro de Estudiantes de Farmacia y el Centro de Estudiantes de Odontología.
En una reunión en el Centro de Estudiantes de Ciencias Médicas y bajo la presidencia de Prosperina aceptaron la invitación de la FUC para enviar a su seno un delegado provisorio por Odontología firmando ella e Inés Rosenblatt junto a otros compañeros la nota correspondiente donde decidieron que no adherirían a la Federación y mantuvieron una posición crítica con los reformistas.
Prosperina no coincidía con esas decisiones arbitrarias y de celos varoniles por el protagonismo político, más aun cuando producidos los hechos del 15 de junio, su Centro de Estudiantes había sido rechazado y desconocido en la FUC, por lo que eligió una posición crítica para con ambos bandos en pugna. No obstante ella igualmente marchó por las calles y enfrentó la represión de la policía que poco caso le hacía al gobierno de Borda. En esa ocasión pudo conversar con Enrique Barros, que auspició el acto de revelarse a la moral conservadora de reconocer a la mujer y acordaron convocar a la asamblea de estudiantes de Odontología para determinar si adherirían o no a la Reforma y a la FUC. Así fue que el 19 de junio se reunieron los estudiantes de Odontología, en el Centro de Estudiantes de Ciencias Médicas y bajo la presidencia de Prosperina, resolvieron:
“1º.- Aceptar con viril entusiasmo la invitación de la Federación Universitaria de Córdoba, para enviar a su seno, un delegado provisorio.
2º.- Nombrar al señor Vicente Decoud para llenar ese cometido.
3º.- Munirlo del presente documento firmado por todos los adheridos, que lo acredite en su carácter de delegado. Firmado: por dos mujeres Prosperina Paraván e Inés Rosenblatt y por Santiago Palacios, R. Santillán, Alberto R. Vidal, Elías Discowsky, J.A. Balzaretti, Roberto Libedinsky, F. Lanza Castelli, A. Barbalat, J.M. Lurá, Luís Sigal, V. Decoud, Martín Torres, Gregorio Dicowsky, José Luís Silva (h)” (Claudio Bustos).
Prosperina, como muchas otras dejó momentáneamente su carrera después de su matrimonio, recibiéndose con el grado de Odontóloga el 14 de abril de 1936.
EL INGRESO DE LAS MUJERES CORDOBESAS EN OTRAS CARRERAS UNIVERSITARIAS
Los movimientos feministas de comienzos de siglo XX y la existencia de asociaciones como la Liga Feminista Nacional y la Asociación de Universitarias Argentinas, los encuentros como el Primer Congreso Femenino Internacional y las numerosas publicaciones que apoyan la causa de las mujeres; muestran un sector importante de la sociedad, tanto de mujeres como de hombres, que buscan generar un cambio -con distintos matices según la postura ideológica- respecto de los papeles tradicionalmente asignados a las mujeres, así como de sus derechos civiles y políticos.
Para Córdoba concretamente la década del 20 trajo profundas transformaciones para la ciudad y su Universidad que atravesaba los primeros cambios conseguidos luego de la Reforma de 1918. Ese momento de optimismo acerca del cambio social, incluía la expansión de oportunidades para las mujeres que empezaron a pensar en nuevas profesiones aparte de las de la salud. Sin embargo, la mayoría tuvo que confrontar diferentes ideas acerca del papel social de la mujer y sobre el ejercicio profesional del abogado.
Ello posibilitó la presencia de la primera notaria y la segunda en el país: Mercedes Orgaz, que provenía de una típica familia cordobesa conformada por una madre, doña Mercedes Ahumada que había solo cursado hasta tercer grado en su pueblo natal aunque de una gran inteligencia para educar a sus hijos que estaban dejando huellas en sus respectivas carreras y un padre Don Eleodoro Orgaz de fuerte carácter pero con profundas inquietudes sociales (Carlos A. Ighina, consultado en línea).
La reforma universitaria sorprende a Mercedes en el ámbito doméstico aunque informada por sus hermanos estudiantes reformistas de lo que estaba ocurriendo. En esos momentos contaba con 24 años y soñaba con ingresar a medicina donde su hermano Jorge estaba cursando sus estudios. Pero a pesar del progresismo de sus hermanos no encontró eco, pues ellos pensaban que era una carrera muy compleja para una mujer.
De todos modos no se acobardó y decidida a estudiar una carrera universitaria, el 22 de octubre de 1919, en nota al rector del Colegio Nacional de Monserrat, doctor Fidel Bazán, solicitó permiso para rendir libre el primer año en dicho instituto, fijando domicilio en 27 de Abril 890 y aprobando todas las asignaturas. El segundo año lo cursó como alumna regular en el Liceo Cultural, un instituto privado incorporado al Monserrat, nacido de un proyecto del padre Luis Feliú -sacerdote jesuita con cuya obra social simpatizara Mercedes- para facilitar la educación de la mujer. Allí convergió, como dice Alfredo Rosetti, "una generación pionera de jóvenes profesionales que debió completar su bachillerato en el Colegio Nacional de Monserrat, como Zoé Bialet Laprida (escribana), Angelina Amuchástegui (bioquímica), Lola Moyano López (bioquímica), Zulema Bialet Laprida (médica) y Elisa Ferreyra Videla (abogada)" (Rosetti, 1980).
En noviembre de 1920 Mercedes finalizó con todas las materias de segundo año, excepto Historia, que rendirá luego en el Monserrat donde entre diciembre de 1920 y julio de 1921, aprobará como alumna libre todas las asignaturas de tercer año. Y en noviembre de ese año, Mercedes completa el cuarto y, sólo un mes después, en diciembre de 1921 aprueba como libre todas las materias de quinto año. A su solicitud, le es expedido el certificado analítico, que acredita su condición de bachiller, el 21 de julio de 1922, con la firma del secretario, M.A. Escalera, y del rector, ingeniero Rafael Bonet. En dos años y dos meses había terminado sus estudios secundarios.
El 7 de agosto de 1922, Mercedes solicitó matrícula para cursar estudios en la Escuela de Notariado, sentando con ello un importante precedente, pues pasaba a ser una de las primeras mujeres ingresantes a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Luego de poco más de 16 meses de estudio, sobre un plan de tres años, Mercedes recibió el título de notaria el 13 de diciembre de 1923, ante la presencia orgullosa de sus hermanos. El rector de la Universidad, doctor Ernesto Romagosa, le hizo entrega del diploma que la acreditaba, además, como la primera egresada de la mencionada Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, lo que le posibilitó ejercer su profesión con idoneidad y gran pericia. Contemporáneas suyas fueron Zoé Bialet Laprida también notaria, y Elisa Ferreyra Videla, la primera abogada que egresaría con ese título en Córdoba el 23 de agosto de 1929 y el 20 de setiembre de 1938 obtendría el grado de Doctora en Derecho con una tesis titulada Hacia una organización corporativa. En 1941 Elisa se incorporará como profesora adjunta en la cátedra de Economía Política y como titular en 1947 (Ramón P. Yanzi Ferreira, 2011).
Sin lugar a dudas, el ingreso a estas carreras liberales fue un poco más tardío respecto a la de medicina y sus respectivas escuelas, ya que estaban ligadas con el prestigio y el poder. Ellas debieron compartir las aulas con sus compañeros, repitiendo en las clases de derecho civil, su singular consideración de incapaces relativas de hecho y en derecho constitucional por la falta de derechos políticos.
LOS AÑOS TREINTA TRAEN PARA CÓRDOBA NUEVOS PROBLEMAS EN LA
UNIVERSIDAD
Después del primer golpe de Estado, en setiembre de 1930, la violencia en la Universidad no se detuvo. Conservadores y la derecha nacionalista se enfrentaban a diario con los jóvenes reformistas.
En marzo de 1932, siendo presidente de la Nación el Gral. Justo los estudiantes reformistas, agrupados en la Federación Universitaria se declararon en huelga ante el avance de los sectores reaccionarios y por la exoneración de varios profesores de Medicina: doctores Jorge Orgaz, Gumersindo Sayago y Tomás de Villafañe Lastra (tres estudiantes reformistas de 1918) y de Gregorio Bermann. Y en Derecho del Dr. Donato Latella Frías de reconocida adhesión al radicalismo. Se sumaron a ello detenciones de otros docentes y de 141 estudiantes, lo que fueron defendidos por varios abogados reformistas como Deodoro Roca, Alfredo Orgaz, Marcelo Posse, J. Ahumada y Salomón Roitman. Hubo enfrentamientos físicos en el ámbito universitario y en el Colegio Nacional de Monserrat donde se agredió a dos estudiantes que repartían la revista Estudiantina.
En esa lucha que alcanzó proyecciones extraordinarias y largos meses de huelga descolló el joven estudiante de medicina Tomás Bordones y su compañera Leticia Aguirre que estuvo al pie de la misma junto a otras mujeres (Leticia Aguirre, 1989). Por su parte las alumnas del Liceo de Señoritas adhirieron a la huelga y manifestaron su adhesión y solidaridad con los huelguistas. Ello explica que en el acto realizado el 16 de junio de 1932 en el teatro Rivera Indarte para conmemorar el décimo cuarto aniversario de la Reforma numerosas damas se ubicaran en los palcos (La Voz del Interior, 17 de junio de 1932). Sin embargo ninguna de ellas figuraba en las listas de las elecciones estudiantiles. Y eso que para entonces ya había varias egresadas mujeres en las tres Facultades existentes: Medicina, Derecho y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Para entonces Josefa Gianbastiani, con una tesis sobre los mármoles de las sierras de Córdoba había egresado de esta última Facultad con el título de doctora en Ciencias Naturales.
A pesar de esa dilatada huelga nada cambió en la Universidad. El 15 de junio de 1936 en el Teatro Rivera Indarte, en un nuevo acto por conmemorar la reforma los oradores del grupo coincidieron en denunciar que la institución estaba en manos de fascistas y que los problemas del estudiantado se hallaban "en el mismo lugar que en 1918". Cabe destacar que los actos públicos de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) -prohibidos por el rectorado- contaban en esta época con la presencia de un entramado de asociaciones que se nutrían de los impulsos de los intelectuales reformistas, incluyendo la novedosa organización de mujeres pacifistas titulada Unión Femenina Anti guerrera (AMA) a semejanza de otras asociaciones conformadas en España y otros lugares de América (Gaceta Universitaria, órgano de la FUC, 21 de mayo de 1932, N. 4).
LOS AÑOS CUARENTA Y LAS DÉCADAS SUBSIGUIENTES
La llegada de Juan Domingo Perón al gobierno produjo la incorporación de vastos sectores populares y medios a ámbitos visibles anteriormente vedados. La matrícula de la enseñanza media se expandió y gracias a la desaparición del arancelamiento universitario la universitaria creció. Durante esta etapa las mujeres que accedieron a los claustros universitarios pertenecían a sectores medios, provenientes por lo general de familias de inmigrantes u obreros para quienes el ingreso a la educación superior les permitiría asumir un rol activo y comprometido a la vez que les posibilitaba hacer importantes aportes materiales a sus hogares. La matrícula femenina se concentró en carreras orientadas para la mujer como Filosofía y Letras o sectores relacionados con la medicina. Aparecieron las primeras peritos traductoras y profesoras de francés, inglés, alemán e italiano y la graduación de las primeras doctoras y licenciadas en Filosofía; a las que se sumaron, contadoras públicas, geólogas y doctoras en ciencias naturales.
En los años sesenta gran cantidad de mujeres ingresaron a distintas carreras universitarias en Argentina y en la Universidad de Córdoba en particular. Pero ese incremento no fue lineal y si bien es cierto que en muchas carreras se encuentran casi igualadas en términos femenino/masculino, en otras restaba mucho lograrlo. Una característica importante de la participación femenina de esta etapa fue la concentración de las mujeres en carreras consideradas "típicamente femeninas" (ciencias de la educación, letras, ramas menores de las ciencias médicas, etc.). En sólo dos décadas la participación de las mujeres en la universidad aumenta del 30% al 50%, es decir, llega a igualar a la masculina en algunas facultades.
Los problemas políticos de esos años las encuentran participando de los centros estudiantiles, e inmersas en la lucha dentro y fuera de los claustros igualando casi en número a los varones. Al igual de lo ocurrido en otros puntos del continente, era la respuesta que daban contra los gobiernos autoritarios, el clero y la familia. El Cordobazo y la lucha contra el gobierno del general Juan Carlos Onganía y luego contra el gobierno del general Rafael Videla las encuentran militando activamente.
A MODO DE CIERRE
Hemos tratado de reseñar en estas páginas la inserción de la mujer en la Universidad de Córdoba desde las últimas décadas del siglo XIX, haciendo hincapié en lo sucedido en los años de la reforma de 1918 y posteriores cuando ellas empiezan a participar tímidamente de las luchas estudiantiles y cuando se graduaron en otras profesiones liberales fuera de las dependientes de la Facultad de Medicina como la de notaria y abogacía y aquellas consideradas como “masculinizadas” como la arquitectura y la ingeniería civil.
La mayoría de las mujeres que lucharon en los años sesenta y setenta se enrolaron en el Partido Comunista y en la JTP, dependiente del partido justicialista y en los distintos grupos guerrilleros de la época como Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), el Partido revolucionario de los Trabajadores (PTR), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros2.
Durante los años setenta la subversión mantuvo e intensificó sus ataques que fueron reprimidos por las fuerzas armadas. A la violencia se respondió con violencia, lo que impedía el normal funcionamiento del país, al tiempo que el cuerpo social en general estaba atemorizado ante lo que se reflejaba en la opinión pública como una guerra abierta entre grupos facciosos y el ejército.
Por último queremos referirnos al acceso a la docencia universitaria de las mujeres, que fue lento y paulatino. Recién en la década de 1940 las egresadas pudieron alcanzar puestos como profesoras suplentes, adjuntas o titulares. En el caso de las egresadas de medicina, durante las primeras décadas del siglo XX, sólo unas pocas graduadas accedieron a diversas jerarquías en la docencia superior, muchas de ellas relacionadas a espacios de enseñanza vinculados a la mujer y al niño, materias tradicionalmente consideradas como más apropiadas y afines para la inserción femenina. Quienes no se dedicaron a estos temas, ejercieron la docencia en disciplinas todavía no institucionalizadas o con escasa tradición académica.
En síntesis la lucha por conquistar un lugar en la UNC y en la sociedad en general fue dura a lo largo del siglo posterior a la Reforma, pero hoy las mujeres son mayoría en el sector estudiantil, en el profesorado y entre las no docentes. Sin embargo el denominado techo de cristal continúa para obtener los cargos jerárquicos3.
1 La autora tiene múltiples publicaciones sobre el tema, lo que le valió que en el año 2016 recibiera el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.
2 En Córdoba destacaron, entre otras, Marta Sagadin, ex militante del Partido Comunista, fundadora de la Bibloteca de la mujer Juana Manuela Gorriti; Cristina Salvarezza, estudiante de arquitectura y militante del PRT que participó en la fuga de mujeres de la cárcel del Buen Pastor en 1975, Ana María Peña bancaria y militante de la JTP, Graciela Ferreyra Campos, estudiante de Derecho y militante de izquierda. Muchas perdieron su vida y, otras, estuvieron presas en condiciones infrahumanas.
3 Desde 1986 en adelante se realizan encuentros nacionales de mujeres en distintas ciudades del país con el objetivo de buscar la transformación social. Es decir, en este espacio ellas encuentran una herramienta para aprender, retroalimentarse, empoderarse y articularse mutuamente, para luego trasladar toda esta práctica y conocimiento a sus respectivas comunidades. Esos encuentros se caracterizan por ser autónomos, auto-convocados, democráticos, pluralistas, autofinanciados, federales y horizontales. La Universidad de Cordoba Carolina Scotto tuvo su primera rectora mujer por dos periodos (2007-2010 y 2010-2013), acompañada en su segundo mandato por la primera vicerrectora mujer, Hebe Goldenhersh (2010-2013).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Fuentes primarias
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La Voz del Interior
Bibliorato II, Documento TUV 42-, papeles privados.
Archivo de Ciencias de la Salud, A.C.S, Tesis Originales, 1era Serie.
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