Revista de la Academia/ISSN 0719-6318 Número 31/Otoño 2021/pp.29-65 Recibido el 01/03/2021 Aceptado el 08/05/2021 _________________________________________

“CONTINUO RUNRUNEAR DE FOLLETOS, CONFERENCIAS Y DIVERSOS MEDIOS DE

PROPAGANDA REVOLUCIONARIA”1. BREVIARIO SOBRE LAS POLÍTICAS DE EDICIÓN ANARQUISTA EN CHILE (1900-1938 )

Francisco Peña Castillo 2

Resumen/ Abstract

El objetivo de este artículo es analizar las políticas de edición anarquista en Chile durante el primer tercio del siglo XX. Siendo la lectura un apartado central para la formación militante, los ácratas locales desarrollaron un proyecto de propaganda alternativa caracterizado por el uso preferente del folleto, debido a su precio y facilidad de difusión, aunque también influyeron en esta decisión otros elementos, como la capacidad organizativa del movimiento, la existencia de autores autóctonos y el influjo de títulos clásicos desde el extranjero. Producto de estas particularidades, el movimiento anarquista presenta una importancia destacada para el entendimiento de la historia del libro en Chile, a partir de editoriales sostenidas en su totalidad por obreros. En este sentido, la difusión de folletos buscó transformar el conocimiento en una herramienta imprescindible para la revolución social .

Palabras claves: anarquismo, editoriales, folletos, recepción

“CONTINUED WHISPER OF BROCHURES, CONFERENCES AND VARIOUS MEANS OF REVOLUTIONARY PROPAGANDA." BRIEFS ON THE POLICIES OF ANARCHIST PUBLISHING IN CHILE (1900- 1938

The objective of this article is to analyze the anarchist publishing policies in Chile during the first third of the 20th century. Considering reading a central section for militant training, the local acrats developed an alternative propaganda project characterized by the preferential use of the brochure, due to its price and ease of dissemination, although other elements also influenced this decision, such as organizational capacity of the movement, the existence of autochthonous authors and the influx of classic titles from abroad. As a result of these particularities, the anarchist movement is of outstanding importance for the understanding of the history of the book in Chile, from editorials supported entirely by workers. In this sense, the dissemination of brochures sought to transform knowledge into an essential tool for the social revolution.

Keywords: anarchism, editorials, brochures, reception

1 Frase perteneciente a Federico Serrano (Verba Roja, Primera quincena de septiembre de 1919) .

2 Chileno. E-mail: f rancisco.castillo.historia@gmail.com

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Introducción

Las políticas de edición anarquistas presentan interesantes particularidades, no solo por su posicionamiento frente a las iniciativas del Estado y del mercado, si no sobre todo por las características diferenciadoras en relación con otras corrientes obreras3. Aunque su propuesta cultural estuvo dotada de valores

ilustrados compartidos, incluyendo el optimismo cientificista, es decir, la “fe en una ciencia liberadora, iluminista y culta” (Migueláñez Martínez 2019: 88), los anarquistas se esmeraron en construir una sociabilidad alternativa que radicalizaba estos postulados. Efectivamente, generaron una “cultura libertaria” que “desbordaba los marcos netamente obreros y se planteaba como una cultura alternativa a la hegemónica” (Lagos Mieres 2014: 28) .

En este sentido, el movimiento anarquista fue categórico en proclamar que para alcanzar la anhelada revolución social se debía actuar en diversos espacios de confrontación antiautoritaria. Así, pese a las desventajas educacionales impuestas al mundo obrero, consideraron la cultura, y dentro de ella a la palabra escrita, como un apartado fundamental, no solo para combatir la ignorancia, sino para forjarse una identidad militante; leer constituyó “una práctica ineludible para convertirse en libertario” (Di Stefano 2013: 8). Por lo mismo, se buscó, como indica Suriano, “convertir el acto de la lectura de material doctrinario en un hecho público al alcance de todos los activistas y la mayor parte posible de trabajadores” (Suriano 2001: 114). Este enfoque invita a “pensar al anarquismo (…) como una comunidad lectora. Es decir, como un grupo que, a medida que se fue constituyendo, fue definiendo un modo de relacionarse con la cultura escrita” (Di Stefano 2013: 7; 2012). De este modo, las políticas de edición anarquista manifiestan elementos que permiten ampliar el conocimiento dentro de la historia del libro en Chile, poniendo el foco en iniciativas editoriales surgidas desde el interior mismo del mundo de los trabajadores.

En base a lo señalado, se nos presenta una renovación de las preguntas y métodos de investigación del mundo del trabajo, y, en específico, de los anarquistas, que nos permiten también contribuir en la reconstrucción de un período que la historia del libro ha considerado brevemente, y sólo desde la

3 Esta particularidad de la edición anarquista en Chile se manifestó igualmente respecto a sus compañeros de Argentina, en donde primó una infraestructura sólida, una diversidad de títulos, y una pronta producción autóctona (Migueláñez Martínez 2019).

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perspectiva de su expansión de la mano del Estado y del mercado editorial formal (Subercaseaux 2010: 129-195), relegando, lamentablemente, los aportes realizados por editoriales que, sin afán monetario y de la mano de escritores autodidactas, contribuyeron a la circulación de material escrito, a bajo precio y centrados en la accesibilidad del lector obrero.

Para el estudio de la recepción del anarquismo utilizaremos la propuesta de Pierre Bourdieu sobre la “circulación internacional de ideas” (Bourdieu 1999), aplicada ejemplarmente por Horacio Tarcus en sus trabajos sobre la recepción del marxismo en Argentina (Tarcus 2007; 2015; 2018). Para Tarcus, el concepto de recepción se basa en la diferenciación analítica -y no necesariamente histórica- entre productores, difusores, receptores y consumidores de ideas, lo que no excluye que “estos roles pueden ser asumidos en forma simultánea por un mismo sujeto” (2015: 52). En rasgos generales, la producción refiere a la tarea desarrollada por “intelectuales conceptivos”, quienes se configuran en centros donde se genera una idea determinada. La difusión, por su parte, está asociada a la plasmación escrita de dicha idea por medio de la edición de libros, folletos, periódicos, etc. Además, se incluye en esta etapa la difusión mediante conferencias, debates o medios informales de propagación. El momento de recepción apunta al traslado de un cuerpo de ideas desde el contexto de producción hacia el punto donde se encuentra ubicado el receptor. De este modo, se establece “un proceso activo por el cual determinados grupos sociales se sienten interpelados por una teoría producida en otro campo de producción, intentando adaptarla (recepcionarla) a su propio campo”. En este punto se consideran desde traducciones de libros, reediciones, prólogos, hasta las citas a determinados autores. Finalmente, la apropiación se caracteriza por el “consumo de un cuerpo de ideas por parte de un supuesto lector “final” al término de la cadena de circulación (Tarcus 2015: 52-55) .

Al enfocarnos en “los modos, los canales y los agentes a través de los cuales” una idea determinada viaja de un lugar a otro, se reconoce la existencia de variables afincadas en un entorno con características particulares. De este modo, se conjugan los análisis sobre las ideas, el contexto y los sujetos a partir de las condiciones históricas de recepción de una teoría (Tarcus 2015: 37-38). Así, considerando que “el internacionalismo proletario fue uno de los principios ideológicos fundantes del movimiento obrero” (Migueláñez Martínez 2018: 20), y que el anarquismo proclamó con fuerza su lucha contra los Estados nacionales, es importante reconocer el marco transnacional por donde transitaron personas, publicaciones y símbolos aglutinadores. Este proceso de difusión a nivel mundial ha sido prolíficamente estudiado por

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María Miguelánez para el caso del movimiento anarquista de Argentina y su impacto en la esfera internacional obrera (2010; 2013; 2018). Por lo tanto, una perspectiva transnacional nos permite comprender cómo “las nuevas formas de activismo acaban siendo imitadas en otros lugares; y los movimientos sociales nacionales se comunican entre sí, aprenden unos de otros y crean organizaciones internacionales” (Migueláñez Martínez 2010) .

En base a lo señalado, esta investigación inicia en 1900, fecha de uno de los primeros folletos posibles de pesquisar como anarquista publicado en Chile, y finalizamos en 1938, año en que vieron la luz dos importantes publicaciones, “Hacia un mundo nuevo” y “Defendamos la tierra”. Luego de esto, las ediciones ácratas locales entrarían en una notoria remisión. Algunas copias verían la luz, pero no con la misma fuerza, consistencia y masividad de otrora. Esta temporalidad se sobrepone y extiende a las delimitaciones tradicionales centradas en fines del último decenio decimonónico y los primeros treinta años del siglo XX4. Al centrarnos en la práctica específica de edición de folletos, podemos reconocer los vaivenes de las organizaciones anarquistas y su impacto social. El tiempo transcurrido entre estos años no fue constante ni progresivo, en cambio, fluctuó en medio de ciclos de germinación, consolidación, expansión y crisis que se sucedieron sin orden aparente. Así, por ejemplo, existieron períodos de extre ma incertidumbre y desarticulación donde casi no hubo publicaciones escritas propiamente anarquistas, que contrastaban, por otra parte, con tiempos sumamente fructíferos.

En base a lo señalado, este trabajo se presenta como un acercamiento general a algunas pocas publicaciones destacadas, dejando de lado muchos títulos importantes sin paradero conocido, así como también la producción local vista desde sus autores. Por lo tanto, “se trata de un listado bibliográfico en permanente construcción” (Migueláñez Martínez 2019: 92) .

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4 En el caso específico de los estudios sobre el anarquismo, las documentadas investigaciones de Manuel Lagos sobre las prácticas culturales anarquistas, que incluye un apartado sobre lecturas y prensa, no se han extendido más allá de 1927 (Lago s Mieres 2014). Misma situación expresa Víctor Muñoz que, al abordar la propaganda anarquista impresa, se remite a los núcleos formados entre 1915 y 1927 (Muñoz 2014). Ocurrencia que se manifiesta también con los trabajos fundamentales de Juan Suriano y Dora Barrancos para el caso del anarquismo argentino, los cuales se centran en los inicios del siglo XX; (Suriano 2001; Barrancos 1990).

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Letras urgentes: el folleto anarquista

Dentro del movimiento anarquista, la lectura fue “uno de los medios más eficaces para combatir la ignorancia y estimular la emancipación social y cultural de las clases populares”, siendo un “apartado imprescindible en el proceso de aprendizaje de iniciación en las ideas libertarias” (Navarro 2004: 147 y 153). En Chile, durante su primer tercio de presencia local, esta política se expresó con las particular idades del contexto, donde las publicaciones en formato de libro fueron escasas, predominando, en cambio, el uso del periódico y el folleto para exponer públicamente sus ideas. Para el historiador Max Nettlau, la “abundancia de textos útiles que se tenía a mano”, difundidos por Editoriales de España y Argentina , “debió influenciar a los camaradas locales para no escribir ellos mismos libros y folletos”. Como consecuencia, los anarquistas de Chile que se dedicaron a escribir sus ideas lo hicieron preferentemente a través de folletos y periódicos, pues “facilitan la discusión, la polémica, la arenga, la vulgarización, etcétera” (Nettlau 1927: 6-7). Al respecto, señala Daniel Vidal, el mensaje anarquista “rebosa brevedad”, siendo “hábiles ejercitantes del estilo breve, siguiendo el ritmo conciso y acelerado del periodismo moderno” (Vidal 2016) .

El folleto operó como “vehículo intelectual de base de este movimiento y su aportación a la formación del militante era fundamental (…) su lectura, junto a la de la prensa, era una vía habitual de aproximación a los textos ácratas y sindicalistas y, por tanto, uno de los medios más comunes de iniciación en estas ideas” (Navarro 2004: 225). Por lo tanto, la utilización del folleto como medio de difusión se debió a su comodidad, bajo precio (Tribuna Libertaria, 2ª quincena de septiembre de 1923) y su facilidad de circulación (Lagos Mieres 2014: 233). Esta predilección constituyó “una pervivencia en los lectores obreros, y entre ellos los anarquistas”, de la ““cultura del folletón”, de raíces francesas”, que se basaba en el dinamismo de su difusión (Navarro 2004: 167). Así, de acuerdo al grupo Rebelión, sostenedor de una editorial del mismo nombre, se aspiraba a “editar una serie de folletos que por su precio y claridad pueden servir a los explotados” y “ayudar a la redención obrera” (Tribuna Libertaria, segunda quincena de septiembre de 1923). Por su parte, una de las primeras medidas adoptada por la Federación Obrera Metalúrgica de Valparaíso, luego de su fundación en 1915, fue la impresión del folleto del escritor anarquista Sebastián Fauré titulado “Hacia la dicha”. Según los involucrados, “el gasto de dicho folleto lo harán un grupo de compañeros que están ya bastantes convencidos de que la solidaridad obrera no será un hecho mientras los proletarios no estén bien capacitados intelectualmente” (Lagos Mieres 2014: 214 y 222) .

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Efectivamente, el folleto permitía la generación de un discurso más dinámico. Detentando un promedio de entre 20 y 30 páginas5, sus letras fueron producto, en general, de conferencias, compilaciones de artículos aparecidos en periódicos, o extractos de libros cuyo mensaje era imperioso difundir, aún a riesgo de alterar su contenido. De esta forma, por medio de la manipulación del texto por parte de los mismos editores participaban también en la generación y amplificación de una propuesta determinada. Ilustrativo al respecto es la carta enviada por parte de Miguel Esprella en 1911, desde la región boliviana, al anarquista local Teodoro Brown, felicitándolo por la iniciativa “de propagar nuestro ideal por medio del folleto, que es, según la práctica lo ha demostrado, el mejor medio de propaganda, a cuyo efecto habéis editado “A los jóvenes” fragmento de “Palabras de un rebelde” de P. Kropotkine [sic] (Lagos Mieres 2014: 233) .

En base a lo señalado, el folleto reflejó y contuvo en sus páginas diversas manifestaciones del multiforme proyecto cultural anarquista, y del mundo obrero en general. Así, las variadas herramientas de educación y propaganda sirvieron de apoyo al resto, retroalimentándose en los numerosos caminos por donde transitó el mensaje de la Revolución Social. De este modo, no era extraño que los orígenes de un folleto yacieran en alguna conferencia o artículo de periódico afín. Este es el caso del folleto de 1915 “La Guerra, sus causas y sus males” escrito por Juan F. Barrera, quien actuó generalmente desde Magallanes. Nacido de un contexto surcado por el enfrentamiento europeo que amenazaba con arrastrar a todo el mundo a la debacle total, su edición provino del activo grupo La Batalla, que en ese entonces actuaba en Santiago, pero que recibía regulares contribuciones de Barrera (Grez Toso, 2007: 258-259; Muñoz 2014: 44). Sin embargo, dicho folleto había emanado de una conferencia leída el 31 de agosto de 1914 en el local de la Federación Obrera de Magallanes, y que, a su vez, fue publicado por partes en el periódico La Batalla durante ese año y el siguiente. El texto de Angelina (Luisa) Arratia, “Comunismo en América” fue igualmente originado en dos conferencias dictadas en el Ateneo de la IWW y en el Centro de Estudios Sociales de la FOI (Federación de Obreros de Imprenta). Este esfuerzo editorial fue motivado “dada la aceptación que tuvieron dichas conferencias” (Verba Roja, 1° de mayo de 1922). Misma procedencia tuvieron “Lo que oyó y dijo Juan Pueblo”, “El crimen maximalista”, conferencia leída en el Ateneo de la Juventud Obrera, por Juan Pueblo y escrita por Juan Prisionero” (Verba Roja, 19 de agosto de 1919) (todos

5 De todas formas, en algunos casos, existieron folletos que bordearon las 40 y hasta 80 páginas. Sin embargo, este número no fue superado por las ediciones locales autóctonas.

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seudónimos de Armando Triviño) y “Sindicalismo y organización industrial” por M. J. Montenegro y Juan Gandulfo (Lagos Mieres 2014: 239). Mientras que “Arengas”, escrito también por Triviño, fue una recopilación de artículos aparecidos en diferentes voceros ácratas entre 1919 y 1922, tales como La Batalla y Verba Roja (Muñoz 2009: 30) .

Debido a lo señalado, los folletos representaron una forma destacada de transmisión de mensajes de imperiosa proliferación para los objetivos anarquistas, ya que por su formato apuntaban “principalmente al pueblo, a la clase trabajadora” (Tierra y Libertad, Casablanca, segunda quincena de octubre de 1904) , quién contaba con poco tiempo para dedicar a la lectura reposada. El folleto otorgó además urgencia a lo publicado, ya que su elaboración requería un tiempo significativamente menor en comparación a otros medios, lo que permitía abordar tanto temas trascendentales para la organización como asuntos coyunturales en donde se sintetizaba la propuesta anarquista respecto a un problema determinado. Es el caso del folleto “Contra proyecto de la Junta. Central de arrendatarios” en donde los ácratas expusieron sus razones para oponerse al proyecto de la junta central de la 261 (Verba Roja, julio de 1925) .

El impacto internacional

Producto de la vocación internacionalista del anarquismo, así como de las conexiones mundiales generadas en base al intercambio transnacional de periódicos, giras de militantes y olas migratorias, las ideas se reprodujeron como un eco enmarañado en distintas regiones del globo. Este proceso se desarrolló en un ambiente nacional particularmente favorable, ya que, desde fines del siglo XIX, el Estado de Chile, “a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, promovió y suscribió (…) una serie de tratados y convenios internacionales destinados a ‘fomentar el canje de publicaciones útiles científicas y literarias’” (Subercaseaux 2010: 113), espacio por el que debieron colarse algunos títulos rebeldes .

Las organizaciones de trabajadores asentadas en España y Argentina pasaron a conformar centros difusores del anarquismo para América Latina producto del “gran número de publicaciones, tanto revistas o periódicos, libros y folletos” (Nettlau 1972: 36) que lograron poner en circulación. Incluso, la presencia de material impreso proveniente de Europa antecedió por algunos años la publicación de un periódico anarquista vernáculo, aparecido recién en 1893, y a la generación de su primera agrupación orgánica, durante 1898. Según Peter DeShazo, “ya en 1850” podían ser compradas, en Santiago y Valparaíso, “ediciones originales en francés de las obras de Louis Blanc, Pierre J. Proudhon, Charles Fourier y el

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conde de Saint Simon”; y, veinte años más tarde, se podía acceder a la traducción de Francisco Pi y Margall sobre los ensayos de Proudhon (2007: 144) .

La influencia del anarquismo español fue temprana en Chile gracias a editoriales como Sempere o Maucci. El crítico literario Armando Donoso contaría que a principios del siglo XX se hizo socialista “por directa y perentoria influencia de la Biblioteca Sempere (por tres o cuatro pesos, ¿quién no se convierte?) …leía…, a Kropotkin, Darwin, Engels, Reclus, Renán, George…” (Lagos Mieres 2014: 224). Asimismo, recordaría González Vera sobre Teófilo Dúctil, apodado Fiolín: “Leyó todas las obras de Sempere y cuantas publicara la editorial Razón y Fuerza, fuera de algunos centenares de otros libros” (2013: 25) . Igualmente, destacaron otras editoriales españolas a bajo costo, como el Centro Editorial La Presa, ubicado en Barcelona, que “aunque llegaban con menos frecuencia (…) tenía una colección llamaba “los pequeños grandes libros” que contaba con obras de Kropotkin, Reclus, Bakunin y otros, a 25 y 50 céntimos el tomo” (Lagos Mieres 2014: 224) .

Por su parte, durante 1890 arribaron de allende los Andes La Protesta Humana, El Obrero Panadero, El Rebelde, y otros voceros más que informaron y apoyaron en sus páginas las primigenias iniciativas locales (Muñoz 2010: 182). Anarquistas pioneros en Chile nos ofrecen testimonios sobre esta afluencia temprana de literatura proveniente de Argentina y la forma en que contribuyó a moldear sus primeras impresiones ideológicas. El obrero mecánico Magno Espinoza informó en el contexto de su detención, producto de las declaraciones incendiarias que había proferido en un meeting desarrollado en julio de 1898, que la doctrina socialista que él propagaba se había formado por “la lectura de los diarios” y con el desenvolvimiento de sus propias ideas (Grez Toso 2011: 37). Y ¿cuáles eran estas lecturas? Periódicos y folletos subversivos solicitados a sus pares de La Protesta Humana a través del Grupo Rebelión, del cual Magno era su principal instigador (Muñoz 2010: 183). Igualmente, el libertario Alejandro Escobar y Carvallo mantuvo correspondencia, antes de su militancia en el anarquismo, con “los redactores de la revista bonaerense La Montaña, Leopoldo Lugones y José Ingenieros, con Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista argentino, y con otros intelectuales de diversos países” (Grez Toso 2007: 35), recibiendo, de parte de José Ingenieros, “libros de doctrina, diarios, revistas y folletos de estudios” (Grez Toso 2011: 28) .

De este modo, se establecieron importantes vasos comunicantes con Argentina, España, EEUU e Italia. Entre los periódicos enviados desde el extranjero, para el período de 1899 y 1905, de un total de 49

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publicaciones, 18 provenían de Argentina, 6 de España (4 de Barcelona), 7 de Uruguay, y el resto correspondían a voceros de Perú, EEUU y Francia. En cuanto a los libros y folletos, de un universo de 56 publicaciones, 34 correspondían a editoriales de Argentina, seguida por la editorial de la región española, Escuela Moderna, con 13 títulos6. Esta situación derivó en que los anarquistas de Argentina no sólo ejercieran funciones como productores de conocimiento, sino también como intermediarios en este proceso, convirtiéndose en un “lugar central desde el que se irradió el anarquismo mundial” (Migueláñez Martínez 2019: 87) .

Los libros, periódicos y folletos recibidos de otras regiones del mundo, mediante solicitudes a compañeros o a través de canje, dan cuenta de una oferta dominada por textos teóricos para la formación doctrinaria . Por ejemplo, por la correspondencia de El Ácrata sabemos del envío desde Buenos Aires de “A los jóvenes” (El Ácrata, marzo del 1900), capítulo perteneciente al libro “Palabras de un rebelde” escrito por Piotr Kropotkin, y publicado originalmente en París en 1885 (Nettlau 2012: 127). Unos números más tarde, se acusó recibo de “Lo que quieren los libertarios. Socialismo i Anarquismo”, editado por el Obrero Panadero de Buenos Aires; “La jornada de trabajo”, escrito por José Ingegnieros [sic]; y “La relijión de la humanidad” y “Carta a Don Valentín Letelier” de Juan Enrique Lagarriagua (El Ácrata, julio del 1900)7 . La revisión de la correspondencia posterior de El Ácrata (septiembre del 1900; mayo de 1901) y El Faro (octubre de 1902; noviembre de 1902; abril de 1903) dan cuenta de un panorama parecido .

Este primer período, caracterizado por la diversidad en el origen de las publicaciones extranjeras, pero distribuidas preferentemente por los anarquistas de Argentina, pasará, en los próximos años, a ser dominado casi totalmente por la actividad editorial de este último país, una vez alcanzada la consolidación de sus organizaciones e intelectuales. De las más de 150 publicaciones anarquistas difundidas entre 1915 y 1927, al menos dos tercios corresponden a títulos editados primariamente en Argentina-y en menor medida España-, mientras que el número restante remite a producciones autóctonas y a material sin posibilidad de establecer su origen8. Así, la vinculación con sus pares allende los Andes ocupó un lugar

6 Esta información se basa en la recopilación de datos realizada por Manuel Lagos (2014: 227-228) .

7 En el mismo espacio se anuncia el recibimiento de La Protesta Humana, El Rebelde, El Obrero Panadero, desde Buenos Aires; La Revista Blanca, de España, y otros voceros más del anarquismo en Montevideo, EEUU y Perú.

8 Este panorama es concordante con lo señalado en el parte judicial del proceso llevado a cabo a finales de 1919 contra el librero español Manuel Peña, que en ese entonces residía en Iquique. En esa ocasión se constató que, respecto a las publicaciones disponibles, “algunos de esos libros y folletos vienen del extranjero y otros son impresos en Chile (…)”. Análisis en base a la lista elaborada por Víctor Muñoz para los años 1915-1927, aparecida en el anexo de Cuando las bombas son de papel, 123 - 130 .

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destacado respecto a otros centros de influencia, pues los contactos establecidos desde fines del siglo XIX se mantuvieron durante el primer cuarto del siglo XX, adquiriendo consistencia y complejidad con el pasar de los años.

La capacidad organizativa del movimiento anarquista en Argentina contribuyó a aumentar el material impreso en circulación a nivel local a través de las ediciones de La Protesta9 y Argonauta, las cuales tuvieron una divulgación profusa entre los anarquistas en Chile10. Desde Buenos Aires, el proyecto editorial de La Protesta, bajo el destacado impulso de Santillán, se abocó particularmente a “poner en circulación más allá de las fronteras argentinas, una colección” que reuniera “las obras de los principales pensadores ácratas de renombre internacional”. Es decir, material de reafirmación ideológica con el objetivo de contribuir a “la obra de cultura y de capacitación del proletariado”. El funcionamiento de esta red de contactos fue explicado por el Grupo para la Propaganda Internacional, quienes conseguían “todas las direcciones posibles de organizaciones, individuos y compañeros de todas las localidades” de “Hispano-América” (Migueláñez Martínez 2018: 97 y 109) .

Los aportes provenientes desde Argentina debieron “cruzar la cordillera o rodear el continente por su extremo sur a través del estrecho de Magallanes”, viajando en forma de artículos reproducidos en la prensa anarquista de Chile, como folletos en las maletas y a través de la gira de militantes. En general, el trayecto se realizaba por barco, gracias a la colaboración de los obreros portuarios simpatizantes (Migueláñez Martínez 2018: 118). Así, estas publicaciones, que recorrieron preferentemente “entre 1915 y 1927 (…), la ruta Europa-Buenos Aires, Santiago”, aprovecharon las importantes conexiones surgidas “desde los puertos del Pacífico” (Muñoz 2014: 25). Al respecto, “la región minera y salitrera del ‘Norte Grande’, que conectaba el Sur y Oeste de Bolivia con sus fronteras peruana y chilena, con los puertos del Pacífico”, constituyó uno de los principales circuitos regionales para “la diseminación ideológica anarquista” proveniente desde Buenos Aires (Migueláñez Martínez 2018: 37). Por ejemplo, la gran mayoría de los folletos que pusieron a disposición en El Surco, desde su fundación a mediados de 1917, provinieron de individuales y organizaciones anarquistas de Argentina, principalmente del grupo La Protesta y editorial

9 De acuerdo a Migueláñez, durante la década del 20’, La Protesta conseguiría alcanzar casi una centena de títulos originales (2019: 98) .

10 Según María Migueláñez, La Protesta “circulaba ampliamente en Europa y América, y recogía información de los movimientos anarquistas y anarcosindicalistas de todo el mundo” (2018: 98) .

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Argonauta, a quienes se les solicitaba material “para reproducirlos”, señalando que los devolverían “una vez desocupados” (El Surco, 29 de noviembre de 1917)11. La relación entre ambos movimientos anarquistas fue tal que los compañeros de La Protesta en Buenos Aires realizaron “numerosas actividades para juntar fondos (veladas, rifas, venta de libros) para dotar de una imprenta nueva a los iquiqueños” ( El Sembrador, 8 de septiembre de 1923)12 .

Esta transmisión de material impreso no fue siempre unilateral. Hacia 1920, a medida que la capacidad productiva alcanzada por los grupos de propaganda en Chile se consolidaba, copias de algunos folletos editados localmente fueron distribuidos en España (Navarro 2004: 228) y Argentina13. De esta forma, mientras el anarquismo se asentaba en Chile a principios del siglo XX, y sus componentes ideológicos iban adquiriendo mayor definición, la recepción de las discusiones internacionales fue realizada con una escasa reinterpretación a nivel local. La menor producción de material teórico autóctono, en comparación a sus pares de otros países, contribuyó en este panorama14. Sin embargo, a partir de 1917 el movimiento anarquista comenzó a expresar una manifiesta consolidación de sus agrupaciones gremiales, grupos específicos y núcleos de propaganda. La existencia de este soporte organizativo permitiría una discusión más equilibrada entre el movimiento local y el internacional, posicionando opiniones originales de discusión ideológica en función de las necesidades intelectuales del período.

A partir de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa, las conexiones transfronterizas se multiplicaron, inaugurando “un período de fuerte internacionalización de los debates y de las prácticas” que posibilitó diversas “transferencias sociales, políticas e ideológicas” (Migueláñez Martínez 2013: 92 - 94). Por medio de la circulación de periódicos, libros, folletos, migraciones y giras de propaganda, se desplazaban propuestas teóricas sobre la revolución social. El intercambio de pareceres y opiniones al respecto se desarrolló en un espacio transnacional de discusión que abarcó Rusia, Alemania, España, Italia,

11 Esta dinámica se repetiría años después, entre 1922 y 1924, de la mano de la revista El Sembrador, iniciativa del mismo grupo La Brecha, quienes contaron la colaboración solidaria de sus compañeros de Buenos Aires. “El 52”, (El Sembrador, 4 de agosto de 1923) .

12 Esta iniciativa solidaria contó además con el apoyo de la Biblioteca Acracia de Tarragona, quienes donaron “folletos y postales” para que ser vendidos con el objetivo de reunir fondos para la imprenta (El Sembrador, 2 de febrero de 1924) .

13 Hacia 1926, se anunciaba en las páginas de La Protesta la venta del folleto de C. G. Clemens Elementos de la anarquía, publicado un año antes por la editorial “Más allá” de Santiago (La Protesta, Argentina, 15 de junio de1926) .

14 La importancia de contar con una fuerte y estable organización anarquista que respaldara las iniciativas editoriales se expre só en que, a diferencia de lo que sucedió en Chile, en Argentina editoriales como La Protesta, La Pampa Libre, y Reconstruir, nacieron de periódicos ligados orgánicamente a dos importantes federaciones anarquistas, la FORA y la FACA (Pérez, P. M., Villasenín, H. y Jofre, L. 2006: 424) .

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Argentina y Chile. Las polémicas suscitadas en el mundo del trabajo operaron a través de la interacción constante entre realidades locales e internacionales.

En esta tarea de divulgación transnacional tuvo una función destacada la figura del agitador Diego Abad de Santillán, quien contó para esto con la posición estratégica que le otorgaba su cargo como miembro de la Comisión de Finanzas y Prensa de la Asociación Internacional de Trabajadores- fundada en Berlín en 1922-, que le permitió “actuar de diversas maneras entre el movimiento anarquista argentino, el latinoamericano y el europeo”. Allí se mantuvo hasta 1926, logrando en este tiempo “conseguir colaboraciones de renombre para el diario porteño (La Protesta de Buenos Aires), su recién estrenado Suplemento Semanal y su editorial, así como para otras editoriales afines al movimiento libertario - Argonauta y Fueyo-”. Igualmente, se abocó a traducir al español los trabajos de “Max Nettlau, Bakunin, Rocker, Joseph Dejacque, Eliseo Reclus, Luiggi Fabbri, Pierre Ramus, Jean Grave, Sebastián Fauré, Enrique Malatesta y Kropotkin”. De esta forma, en su calidad de “teórico como de militante, periodista, escritor, editor y traductor, constituyó una pieza fundamental para el engranaje intelectual libertario desplegado entre Europa y América Latina” (De La Rosa 2012: 22, 30 y 32) .

Con todo, a inicios de la década del 30’ el foco de irradiación ideológica que se había caracterizado por la actividad hegemónica del anarquismo en Argentina es trasladado a las tierras españolas, adquiriendo un desarrollo nunca antes visto. Las expresiones de esta influencia fueron particularmente claras respecto a las organizaciones ácratas de ese país, en especial con la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) .

La configuración de este reacomodo de las relaciones transnacionales anarquistas se debió, entre ot ras razones, al golpe de Estado del General José Félix Uriburu en 1930, que inauguró la “década infame” en Argentina, afectando hondamente la capacidad de acción de los anarquistas trasandinos; mientras que, por el contrario, en España, esta ideología comenzó a vivir una de sus gestas más impresionantes. Tiempo después, en 1932, Agustín Souchy, del secretariado de la AIT, confirmaría este panorama al sostener que “el movimiento sufrió una depresión cuando la disolución de la F.O.R. Argentina; pero ahora renace con el resurgimiento de la C.N.T. española” (Migueláñez Martínez 2018: 214) .

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De este modo, los títulos disponibles en la década del 30’ en Chile expresaban nuevos orígenes, así como renovados intereses de los anarquistas locales. El periódico de Osorno Vida Nueva anunciaba que tenía para su venta “libros y folletos de tendencia libertaria llegados del extranjero”. Entre éstos destacan publicaciones más recientes, como “Dictadura y Revolución” (Luis Fabbri), “Movimiento Marchnovista ” (Archinoff), “Idealismo y Realismo Mezclado” (Armand), “Páginas de la Historia Socialista” (Varlan Tcherkesof), “Sembrando Ideas” (Flores Magón), “Tierra y Libertad, El Cinema y la Realidad Social” (Alfonso Longuet), “Manifiesto Anarquista” (Pierre Ramus), “La Asociación Internacional de Trabajadores” (R. Rocker), “Los Anarquistas y la Reacción Contemporánea” (D. Santillán), “Miguel Bakunin” (Max Nettlau), “Germinal” (Rodolfo Rocker), y “Marx y el Anarquismo” (Rodolfo Rocker) (Vida Nueva, 15 de octubre de 1934). Por su parte, La Protesta informaba que había recibido “del extranjero” un catálogo similar, al que se le agregan “Nueva Creación de la Sociedad por el Comunismo Anarquista” (Ramus), “Artistas y Rebeldes” (Rocker) y “Reconstrucción Social” (Diego Abad de Santillán) (El Andamio, 7 de noviembre de 1934) .

Un material particularmente contingente fue la venta del escrito “La semana trájica de Barcelona”, anunciado en El Andamio, “folleto de 68 páginas” formado por “el informe de la C. N. T.-F. A. I. sobre los sucesos de Cataluña” (El Andamio, 23 de julio de 1937; 6 de agosto de 1937). Para ese entonces, las relaciones orgánicas entre la CGT y la CNT habían alcanzado un impresionante nivel de fluidez que permitió que noticias e ideas se conocieran prácticamente al instante. De este modo, se anunciaba que “el Consejo Nacional de la C. G. T. ha recibido, vía aérea, y de parte de la Sección Propaganda de la C. N. T. de Barcelona, dos libros recientemente editados. Son ellos: “Crónicas del Frente Madrid” de Mauro Bajatierra, y, “Vanguardia y Retaguardia de Aragón”, de Alardo Prats”15 .

Igualmente, editorial La Protesta, surgida en 1936 al alero de la CGT, publicó otros “importantes documentos que deben conocer los obreros antifascistas y revolucionarios porque mediante su lectura se darán cuenta del papel contrarrevolucionario que juega el Partido Comunista en España y la obra revolucionaria constructiva de los anarcosindicalistas” (El Pintor, 29 de octubre de 1937; 7 de enero de 1938). A esta colección temática sobre la España revolucionaria se sumarían “4 ministros de la C. N. T.”. , más adelante “Vida de Durruti”, escrito por el español Alejandro Gilabert, miembro de la FAI, y

15 Estos libros fueron promocionados mediante la “reseña comentada” realizada por Luis Heredia en las páginas de La Protesta (1ª quincena de febrero de 1938) .

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“Preparando la Emancipación de España”, textos de García Oliver y Federica Montseny, donde “los ministros de la gloriosa C. N. T. en el Gobierno de Valencia, dan cuenta al pueblo de su obra ministerial” (Vida Nueva, 20 de noviembre de 1937; El Andamio, 20 de mayo de 1938) .

Ediciones locales.

El contexto de las publicaciones anarquistas en Chile estuvo supeditado, por una parte, como lo hemos señalado, a la afluencia de material proveniente de compañeros asentados en otros países, y, por otro lado, a la capacidad organizativa local. Las individualidades y grupos afines que asumieron tareas editoriales desempeñaron un rol central en la recepción ideológica ácrata, ya que debieron determinar aspectos como la elección de títulos, de formato, la forma de la publicidad y otros elementos que influyeron en la integración de estas ideas y en la formación militante (Subercaseaux 2010: 136). De este modo, como señala Migueláñez para el caso argentino, “la actividad editorial se consolidaba a medida que el anarquismo aumentaba su influencia entre los trabajadores, al tiempo que contribuía a este proceso” (2019: 94) .

Apartir de un sumario general de los folletos disponibles es posible establecer una periodización diferente del anarquismo en Chile, que no se limita a su presencia orgánica o a las arremetidas represivas, sino que revela complejas dinámicas de funcionamiento interno del movimiento ácrata. Por ejemplo, respecto a las temáticas que les urgía difundir, destacan tres grandes elementos de interés para publicar: 1. ideológicos y de reflexión teórica anarquista 2. Relativos al sindicalismo y la organización gremial, y 3. Sobre coyunturas locales. Esta categorización no evita la existencia de notables excepciones, como los dos tomos de Poesías Ácratas o El cocinero naturista, aunque contribuye a establecer importantes puntos de comparación con lo sucedido con sus pares de otros países, donde destacaron tópicos como la sexualidad, la emancipación de la mujer, educación o el anticlericalismo (Domínguez 2017: 21-41) .

Primeros pasos: 1900- 1904

Los primeros años del 1900 trajeron consigo la consolidación del anarquismo entre los trabajadores de Chile, cuya expresión más concreta fue la proliferación de múltiples iniciativas editoriales-periódicos y folletos-, y el arraigo de esta ideología entre las organizaciones obreras. Publicaciones como La Campaña (1899-1902), La Ajitación (1899-1903), El Ácrata (1900-1901), El Siglo XX (1901) y La luz (1901- 1903)

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(Muñoz 2010: 181), corresponden sólo una muestra de los más de treinta publicaciones afines editadas entre 1898 y 1907 (Muñoz 2013: 17) .

Aparentemente, el primer folleto anarquista editado en Chile provino del inextricable Víctor Soto Román , aunque su pertenencia ideológica es difícil determinar con certeza, ya que la trayectoria política de este propagandista fue sumamente. Por ejemplo, mientras en 1901 desplegó activamente su pluma en el periódico anarquista La Campaña, hacia 1902 ya había retornado definitivamente al partido Democrático. Así, “su paso por las filas ácratas había sido breve, contradictorio y polémico” (Grez Toso 2007: 201) . Con todo, la publicación de este folleto parece remitir sin duda a su efímera militancia anarquista. Bajo el contingente título “La Cuestión Social”, el autor desarrolla “dos interesantes temas: “El principio de autoridad” i el “Derecho de propiedad”, base “a la actual sociedad capitalista”. Soto Román destacaba sobre su folleto el “estilo sencillo i original que lo hace comprensible a todas las inteligencias. Creemos demás recomendar su lectura, pues él se impondrá por si solo entre los que se interesan por conocer nuestros ideales” (El Ácrata, 6 de mayo del 1900). Este esfuerzo editorial fue forjado en el espacio cultural abierto en 1899 con la fundación del Ateneo Obrero de Santiago, que, entre otras actividades, se dedicaba al desarrollo de “veladas mensuales de arte y pensamiento”, representaciones teatrales y conferencias públicas. Una de estas disertaciones fue la que dio Soto Román en enero de 1900 llamada “El principio de autoridad” (El Ácrata, 1 de marzo del 1900). En este lugar confluyeron “junto a los ácratas personas de otras corrientes y sin partido”, siendo también la instancia que permitió el encuentro del autor con su prologuista y distribuidor, el anarquista Alejandro Escobar y Carvallo (Grez Toso 2007: 50) .

Posteriormente, durante la tensión generada entre 1901 y 1902 por querellas fronterizas entre los gobiernos de Chile y Argentina (Rama, C. y Cappelletti, Á. 1990: LXXXVI), las necesidades intelectuales de principio de siglo se centraron en atacar la noción de Patria, reivindicando el internacionalismo obrero. Además de lo escrito en la prensa del período (El Ácrata, julio del 1900), fue publicado en 1901 el folleto “Patria”, escrito por el filósofo libertario Agustín Hamon e impreso por la Casa Editorial “La Educación Libertaria”, cuyo principal impulsor fue Nicolás C. Orellana, director, además, del periódico La Campaña , “publicación quincenal de arte y propaganda social, editado en Santiago entre 1899 y 1901. La misma Casa Editorial sumaría a su catálogo un texto original de Nicolás C. Orellana llamado “1° de mayo”, que, junto al escrito de Hamon y “A los jóvenes” de Kropotkin, correspondían a los títulos más baratos que

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tenían disponibles, vendiéndose solo a 10 centavos. Mientras, la reedición de “Los males sociales, su único remedio”, por el médico Emilio Z. Arana, alcanzó el valor de 20 centavos (Hamon 1901) .

A estas publicaciones le siguió prontamente la reproducción del folleto “La Peste Relijiosa”, obra escrita por el anarquista Johan Most, y reeditada por el Centro de Ilustración “Amor i Libertad”, ubicado en Santiago, donde tuvo una participación destacada el zapatero Policarpo Solís Rojas (Tierra y Libertad, 2ª quincena de octubre 1904) .

El catálogo de folletos que manejó el periódico Jerminal!, hacia 1904, destaca dentro de la oferta escrita del anarquismo local por su carácter pionero en iniciativas originales. Además de los ya nombrados “Patria” y “La Peste Relijiosa”, se anunciaban “Hacia la redención humana. Productores, zánganos i parásitos” escrita por el zapatero Marcial Lisperguer R., y el compilatorio “Poesías Ácratas” a cargo del también zapatero Policarpo Solís Rojas (Jerminal!, julio de 1904). Ambos esfuerzos sobrepasaron los márgenes de la reproducción de ediciones extranjeras para presentar una propuesta autóctona y representativa del contexto de Chile a inicios del siglo XX.

Con el espíritu positivista de esa época, adoptado con entusiasmo por el anarquismo16, el autor del folleto “Hacia la redención humana” buscó denunciar a los zánganos y parásitos del trabajo obrero (Lisperguer 1904). Este texto, escrito para su divulgación, concibió a su remitente como un lector “hijo del pueblo, sin ilustración”, por lo que su mensaje fue presentado a rasgos generales, reiterando la idea principal para posicionarla a nivel social. “En estas composiciones, el “obrero consciente” suele dirigirse a sus compañeros para explicarles problemas ideológicos de difícil comprensión o para insistir en la necesidad de ingresar en el movimiento, de leer la prensa obrera, de educarse” (Lida 1970: 360). De este modo, les informaba a sus compañeros productores que la “Revolución Social no va contra vosotros ni contra el pueblo, sino que va única i esencialmente contra los Zánganos i los Parásitos que consumen i no producen, i son un obstáculo para la evolución” (Lisperguer 1904: 47) .

Por su parte, Poesías Ácratas se estructuró como un espacio de diálogo transfornterizo que abarcó, no sólo diversos autores del globo- con preponderancia latinoamericana-, sino que también respecto a las

16 Para la valoración del conocimiento científico por parte de los anarquistas en España ver Javier Navarro (2004: 147-198). Y para el caso de Argentina, Juan Suriano (2001: 37-41) .

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adscripciones ideológicas de muchos de los autores incluidos, “donde se encontraron bajo el mismo título definitorio, figuras ajenas a la Idea, como Víctor Hugo, Antonio Bórquez Solar, Eduardo de la Barra, Ricardo Fernández Montalva, José Santos Chocano, o Luis Emilio Recabarren. Algunos de ellos tuvieron estrechos vínculos partidistas o incluso fueron parte de delegaciones diplomáticas” (Poesías Ácratas 2017: 7). Con todo, las ediciones realizadas del volumen I y II, en 1904 -quedando inconclusa una tercera parte que sería “en prosa”-, por la Biblioteca Económica del Ateneo Obrero, dieron un espacio fundamental a los trabajadores ilustrados para poner en circulación sus pulsiones literarias. Como lo expone Manuel Lagos, “todo esto responde a una cuestión bien concreta: las necesidades, afinidades y gustos de los obreros eran variadas. (…) A la vez que miembros de sociedades de resistencia, de sociedades de socorros mutuos (…) tenían aficiones: teatro, literatura, etc.” (2014: 73) .

De todas maneras, el panorama organizativo en Chile a principios del siglo XX era aún bastante inestable , en cuanto se experimentaba una transición en las formas de lucha y agrupación obrera que aún no lograba consolidarse completamente. Hasta 1905 las sociedades de resistencia “duraban muy poco, debido a que muchos trabajadores las consideraban sólo para realizar huelgas” (DeShazo 2007:151). Este incipiente impulso experimentó una merma significativa a partir de 190517 con la muerte de algunas figuras pioneras del anarquismo “(Magno Espinosa, Esteban Caviedes, Agustín Saavedra, Juan Valdés), la partida de algunos conspicuos propagandistas (Luís Olea, Inocencio Lombardozzi) y la “fuga” de varios activos anarquistas al Partido Democrático y al espiritismo” (Muñoz 2013: 19). La violenta represión a las huelgas y protestas de Valparaíso en 1903, Santiago en 1905, Antofagasta durante febrero de 1906, llegó a su punto más macabro con la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique, en diciembre de 1907. A partir de este momento, el reflujo de las primeras organizaciones de trabajadores comenzó a hacerse sentir a nivel masivo. La persecución política hizo uso de la ley para cancelar reuniones y clausurar la publicación de periódicos obreros, acentuando los obstáculos para una rearticulación en los años siguientes (Grez Toso 2007: 134-137) .

17 De todas maneras, este esfuerzo editorial no se detuvo totalmente, ya hacia 1906 todavía se puede identificar la pervivencia de algunas publicaciones. Por ejemplo, la Unión Mártires del Trabajo de Zapateros de Valparaíso publicó “un folleo de 15 páginas” llamado la “Defensa contra la explotación capitalista”. Por su parte, ese mismo año el grupo El Oprimido ponía en circulación “El primer problema social” y “Emancipación Económica” (Lagos Mieres 2014: 235) .

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Nuevo aliento: 1911- 191

La voz anarquista volvió a irrumpir con fuerza en 1911. Ese año no solo adquirió notoriedad pública la Sociedad de Resistencia de Oficios Varios y el vocero ácrata La Protesta, acusados de la explosión de unas bombas en el Convento de los Padres Carmelitas Descalzos (Muñoz 2014: 18-19; Godoy 2014: 53) , sino que su presencia vino acompañada también de la edición de tres importantes folletos sobre la lucha obrera. La relación entre ambos procesos involucró además la reacción estatal, ya que las medidas adoptadas por este suceso buscaron debilitar particularmente la propaganda anarquista.

En esta etapa del movimiento anarquista se conformaron una veintena de publicaciones, con diferentes niveles de continuidad, tiraje e influencia. Fue la elaboración de esta estructura la que posibilitó el intercambio de opiniones respecto a la organización sindical, a pesar de los pocos escritos abocados al tema. Un espacio de expresión sumamente inestable, debido a la fugacidad de muchas de estas iniciativas.

En 1911 fue editado por la Biblioteca Luz y Vida el folleto “Trabajador, no votes; Soldado, no mates” de E. Girault (29 páginas), que, además de atacar la vía del voto por reproducir situaciones de privilegio, recomendaba un arma “mucho más poderosa… ¡La Huelga General!”. El mismo año se anunciaba en el anverso del folleto que el texto “Bases sobre el sindicalismo” (sin autor especificado), se encontraba “en prensa” (Girault 1911). Igualmente, y en la misma imprenta, sería editado “La influencia de la lucha sindicalista”, escrito por el pintor Ramón Muñoz, integrante del Grupo La Protesta (Lagos Mieres 2014: 236). Un tiempo después, bajo la pluma del destacado agitador Julio Rebosio, veía la luz, por medio de Editorial La Batalla, “Nociones del Sindicalismo Revolucionario” (Lagos Mieres 2014: 197)18 .

El contexto de incipiente reorganización que siguió al bieno 1913-1914 mostró no sólo la consolidación de nuevas organizaciones en resistencia, como la Unión de Zapateros y Ramos Anexos fundada en Antofagasta en marzo de 1914 (El Martillo, mayo de 1914), sino que además expresó una mayor clarificación teórica, vinculada a la necesidad de fortalecer ideológicamente estas agrupaciones. El secretario general de la Federación Obrera Metalúrgica, fundada en Valparaíso en 1915, M. Oyarzún, se refería a este objetivo escribiendo:

Convencidos estamos que las organizaciones sindicalistas no tendrán nunca vida segura, ni tampoco serán capaces de conquistar sus mejoras

18 Lamentablemente no hemos podido dar con ninguna de estas publicaciones, por lo que su contenido sigue siendo desconocido.

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económicas, si sus componentes carecen de los más elementales conocimientos de organización sindical revolucionaria, si sus componentes vejetan [sic] en la más oscura ignorancia; si su cerebro carece de una idea renovadora, si su mentalidad no está inspirada por un soplo de idealismo que les conforte el espíritu y les temple el corazón para tener un carácter y una voluntad indomable (La Batatlla, 1ª quincena de marzo de 1915) .

Por su parte, desde 1915, actuó en Iquique el Centro Anárquico La Brecha, cuyos principales promotores fueron Celedonio Enrique Arena y el incansable Rebosio (Muñoz 2012). Desde este espacio se generaron periódicos, folletos, conferencias, polémicas públicas, giras, y apoyo a grupos teatrales, conformando un núcleo destacado en la difusión de la cultura anarquista que tendría un rol fundamental en los años siguientes.

Pero, en lo inmediato, el contexto se avecinaba sumamente complejo. Las difíciles condiciones de vida del período se vieron agravadas por “las consecuencias que provocaba a Primera Guerra Mundial sobre la economía nacional, especialmente en la industria del salitre” (Grez Toso 2007: 263). Las protestas que generó la carestía de vida, por ejemplo, de parte de la Liga de Arrendatarios y la Confederación General del Trabajo, donde los anarquistas tenían una activa presencia, fueron vistas con suma preocupación por la autoridad política, quienes no dudaron en desplegar todo su arsenal represivo. El promisorio horizonte de organización que se abría para el anarquismo fue golpeado con la detención de Arenas y Rebosio, quienes en mayo de 1916 “estuvieron 40 días en prisión por discursos considerados subversivos” (Muñoz 2014 :68). Igualmente, el despliegue reflexivo del movimiento anarquista fue breve, complicándose para 1916 a raíz de la desaparición de tres importantes publicaciones, La Protesta, El Productor, y La Batalla (Jerminar, junio de 1916), que sirvieron como espacio de encuentro y difusión del pensamiento obrero.

Época dorada: 1917-192 6

De acuerdo a Manuel Lagos, “la masificación de la cultura anarquía vía material impreso” se “intensificaría como nunca antes (…) a partir de 1918 (…) generándose una serie de grupos especializados en la propaganda de edición de material “subversivo”, acompañado de la proliferación de una diversidad de grupos de afinidad que se abocarían igualmente a su distribución. Ello, sin duda, iba de la mano con el incremento en la sociabilidad obrera y la germinación de nuevos grupos de propaganda y sindicatos” (Lagos Mieres 2014: 237) .

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La fundación de la Industrial Workers of the World en diciembre de1919 dotó de una infraestructura de apoyo a una serie de publicaciones que surgieron al alero de los principios industrialistas. Del mismo modo, los “núcleos específicos” del anarquismo manifestaron un aumento significativo de sus espacios culturales y medios de propaganda. Según plantea Ignacio Bastías: “entre 1921 y 1923 el movimiento específicamente anarquista vivió un espectacular crecimiento” (Bastías 2007: 37). Estas iniciativas se caracterizaron por contar con imprentas propias, lo cual les otorgaba un amplio margen de autonomía, sosteniendo una diversa producción de material editado localmente. Editoriales como LUX, La Batalla, Luz y Libertad, Más Allá, etc., configuraron un panorama variado y numeroso en su oferta de títulos.

Así, el anarquismo como ideología comenzó a ser difundido de forma más explícita en las páginas de sus voceros, abocándose a reflexionar en torno a su significado a través de la proliferación de escritos sobre el tema. Por ejemplo, entre 1915 y 1927, se estableció un panteón de nombres recurrentes que circularon profusamente en ediciones locales e importadas, tales como los “clásicos” Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Reclus, Tolstoi, Hamon y Zola, a los que se sumaban teóricos de más reciente publicación como Fauré, Fabbri, González Pacheco, Mella y Rudolf Rocker (Muñoz 2014: 26) .

El mismo 1918, en sus primeros meses, la Agrupación La Batalla, que actuaba entonces en Santiago, publicó el “folleto antielectoral “Lo que oyó y dijo Juan Pueblo”, descrito en el periódico El Surco como “un acopio de argumentación aplastante para los que creen sinceramente en la virtualidad de los poderes constitutivos, tomando la política como un medio de emancipación social” (Muñoz 2009: 18) .

Entre las iniciativas de propaganda ligadas al anarquismo, editorial LUX destaca por su dinámica actividad, publicando, entre 1920 y 1925, alrededor de 20 títulos diferentes (Muñoz 2014: 54). Surgida en el agitado contexto de fines de la década de 1910 e inicios de 1920, en el “período de oro” del movimiento sindical y anarquista en Chile, en palabras de uno de sus protagonistas, el zapatero Luis Heredia (Heredia 1935: 24), editorial LUX fue apoyada por la sección local de la IWW, de tendencia libertaria, a partir de la coordinación que realizaba entre ambas instancias Luis Armando Triviño (Muñoz 2013: 109 y 245)19 .

19 En las Notas al “Viaje libertario” de M. Nettlau, aparecidas en Reconstruir 77, páginas 43-44, se presenta a una tal “Libertaria Luisa Soto” como animadora de LUX, sin embargo, dicho nombre correspondería, según Víctor Muñoz, a uno de los muchos seudónimos utilizados por Triviño en su accionar propagandista (Muñoz 2009: 21) .

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Entre sus publicaciones se encuentran “El Cancionero Revolucionario”, a cargo del militante de la IWW Armando Triviño; “Voces de Liberación”, recopilación en formato folleto de artículos de destacadas revolucionarias como Emma Goldman, María Álvarez e Isolina Bórquez; el ya clásico “Entre Campesinos” de Errico Malatesta, “la más sencilla exposición del comunismo libertario que se ha escrito y que está al alcance de todas las inteligencias y culturas”; y “El sindicalismo libertario”, compuesto por dos conferencias realizadas por Ángel Pestaña y Salvador Seguí, en donde, según los mismos editores, se abordaba el tema de “los sindicatos únicos de España”, buscando, de este modo, “resolver el problema de la organización obrera por industrias” (Lagos Mieres 2014: 238). También se publicó el texto de Angelina Arratia, “El Comunismo en América”. A pesar de que fue destacado, por la propia editorial, el esfuerzo intelectual de una “mujer chilena” que no se resignaba ni al lujo aristocrático, ni a la desidia del “pueblo”, Arratia, “quien a veces firmaba como Luisa o Susana”, venía de Perú. En su paso por Chile, donde residió en Iquique y Santiago, dictó “varias conferencias en el local de la Federación de Obreros de Imprenta y en el local de la IWW”, colaborando también como articulista en Acción Directa (Lagos Mieres 2017: 236; Guzzo 2014: 19). Los escritos que conforman “El Comunismo en América” (Arratia 1923) , presentados por su autora en una serie de conferencias, sentenciaban que la humanidad se mueve por “un ideal” que busca lograr alcanzar el “máximo nivel de libertad”. Igualmente, se reeditó “Rebeldías Líricas”, en conmemoración del “estudiante (José Domingo) Gómez Rojas que asesinaron los verdugos de la burguesía por sus ideas emancipadoras”. Dicha edición contenía “una selección de las arengas de Rebeldías Líricas, su único libro que publicara en 1913, una selección de los poemas que public ara después, incluso un fragmento del Poema Hereje, y casi todas las poesías que escribiera en la cárcel” (Lagos Mieres 2014: 238) .

Dentro de los textos producidos por anarquistas locales destacan los folletos de orientación ideológica “Mi palabra anarquista”, escrito por el profesor Manuel Márquez, y “Arengas” de Luis Armando Triviño. En estas publicaciones se mezclan relaciones históricas con elucubraciones filosóficas respecto al trabajo, la organización y la revolución.

El texto de Manuel Márquez, Mi palabra anarquista, se enfoca en la difusión ideológica, presentando la versión del autor sobre el ateísmo, la ley, el militarismo, las clases sociales, el ser humano, la justicia, etc. Ya que su fin era la propaganda, Márquez se propuso exponer sus argumentos de forma sencilla, “que desciende a veces a la simplicidad”, para lograr su mayor arraigo en “los cerebros rudos”. Pero, además,

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instigaba a los posibles lectores a la acción cómplice, pidiéndoles a ellos que completen “la obra: hacedlo llegar este folleto luz a los rincones tétricos del cuchitril donde mora el monstruo horroroso del vicio y la ignorancia”.

Armando Triviño, quien ejerció una activa labor como propagandista del anarquismo, fue además un férreo defensor de la IWW y los métodos industrialistas. Desde 1914, sus reflexiones circularon por distintas publicaciones anarquistas, como La Batalla (1912-1916), Jerminar (1916), Acción Directa (1920-1927), entre muchas otras. Generalmente firmaba sus escritos bajo diversos seudónimos, tales como Juan Pueblo, Juan Harapo, Juan Subersivo, Luis Pirson, Luisa Soto, Juan Fierra, y muchos más (Muñoz 2009: 17-21). En Arengas, Triviño pasea su pensamiento por diversos temas conformando una propuesta anarquista a partir de su cotidianidad. En este sentido, este texto debe considerarse como un escrito ideológico, pues el autor asumió públicamente su identidad política, abocándose, por consiguiente, a la divulgación doctrinaria. Conformado a partir de “hechos vulgares, de momentos psicológicos, de crítica acerba, de entusiasmos líricos, de desgarramientos dolorosos”, Triviño denuncia la crisis, el hambre, la carestía de la vida, los perseguidos, la cárcel, la revolución rusa, entre otros tópicos¸ delineando algunas ideas, que conforman la base de su pensamiento. Igualmente, editorial Lux publicó “El Cancionero Revolucionario” y “La IWW en la teoría y la práctica”, del mismo Armando Triviño, quien, siendo el primer secretario general de la IWW, “redactaba la mayor parte de sus textos y coordinaba las giras y conferencias de propaganda” (Muñoz 2009: 22) .

La editorial LUX se propuso, asimismo, poner a disposición 4.000 copias de “la conocida y magnífica obra de Pedro Kropotkin, “La Conquista del Pan”” que, en una argumentación “persuasiva y sencilla, conquista los corazones generosos y los cerebros bien puestos para el comunismo anárquico” ( Acción Directa, 2ª quincena de agosto de 1922). Este fue, sin duda, uno de sus proyectos más ambiciosos de edición anarquista en Chile, ya que requirió la activa colaboración del público lector interesado en el Comunismo Anarquista, quienes, por medio de “pedidos con anticipación” por el valor total o “una parte de él”, contribuirían a “regularizar el tiraje (haciéndolo) lo más numeroso posible” (Claridad, 1 de diciembre de 1923; 8 de diciembre de 1923) .

En 1923, se sumó el esfuerzo, tanto literario como editorial, del profesor primario Julio Navarrete, quien bajo el sello Rebelión distribuyó “Hacia la Anarquía” (con diferentes ofertas, según fuera el número de

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los ejemplares solicitados) (Tribuna Libertaria, 2ª quincena de septiembre de 1923). También, ese mismo año, a propósito del lanzamiento del folleto “Retoños Rojos”, escrito por “el compañero Humberto Veas”, Federico Serrano argumentaba su idoneidad para esta tarea, ya que “nadie mejor que él, que ha vivido y sentido la miseria, él que sabe de las costumbres y prejuicios del pueblo” (Tribuna Libertaria, 2ª quincena de noviembre de 1923). Hacia 1924, el grupo Más allá, con la participación de Manuel Márquez y Julio Navarrete, reeditó “Patria” de Hamon, “una obra por lo demás interesante para la propaganda antimilitarista” (Lagos Mieres 2014: 242). Más adelante, en 1925, por iniciativa de Celedonio Enrique Arenas, quien había arribado recientemente de Iquique a Valparaíso, se sumarían los títulos clásicos como “En tiempo de elecciones” (Malatesta), originales como “Palabras a las Mujeres” (Manuel Márquez) y novedades como “Huelga de vientres” (Luis Bulffi) (Muñoz 2014: 46). De igual modo, fue publicado el contingente folleto “Contra proyecto de la Junta. Central de Arrendatarios” que, en el contexto de las luchas por la vivienda de mediados de la década (Muñoz 2013: 47), buscó orientar las acciones de la Liga de Arrendatario, dando a conocer las “macanadas de la ley 261” (Verba Roja, julio de 1925). Por su parte, Editorial Cosmos, ubicada en calle Tenderini 151, y bajo la dirección de Juan Gandulfo, publicó “ Vidas mínimas” de González Vera y “Carteles” por Rodolfo González Pacheco, teniendo en prensa, hacia 1923, “Figuras de Agitadores” de Santiago Labarca (González Pacheco 1923) .

Entre 1924 y 1926, de forma inédita, algunas iniciativas editoriales anarquistas comenzaron a integrar temáticas y autoras que no habían sido consideradas previamente, al menos no con la consistencia expresada en este período. Hasta ese entonces, según constataron Adriana Palomera y Alejandra Pinto, existió un “predominio de los hombres en el plano de la escritura ideológica”, quienes no solo abarcaban la totalidad del debate público, sino que además controlaron los cargos de mayor responsabilidad dentro del movimiento (Palomera y Pinto 2006: 17)20. Al insuficiente espacio dentro del material publicado que logró abrirse Angelina Arratia, se sumaron algunas autoras extranjeras, sumamente activas en los años 20’, como Federica Montseny (con la novela La Victoria) y Juana Rouco (Mis proclamas, publicada po r Editorial Lux en 1925).

20 Por su parte, señala Taibo: “Los movimientos anarquistas fueron mayoritariamente masculinos, como masculinos resultaron ser también casi todos sus portavoces y casi todos los autores de los libros y de los folletos que difundieron. Esta circunst ancia se reveló de forma singular, por otra parte, en el caso del anarcosindicalismo” (Taibo 2018: 33-34). De este modo, el anarquismo expresó complejas relaciones con el movimiento de liberación de la mujer, surcadas, como establece Dora Barrancos, por “un discurso concesivo-reactivo, adelantado-atrasado, que no ha desocupado el lugar prominente del hombre, ni la atribución biologista que impregna fuertemente las ideas desde las últimas décadas del siglo XIX, ni las funciones históricas de la “naturaleza” femenina” (Barrancos 1990: 265- 293).

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En cuanto a los intereses editoriales, es sumamente revelador la atención que se le otorgó, aunque de forma marginal entre el material publicado, a la emancipación de la mujer y las prácticas sexuales. Partiendo por el folleto de Rouco, que, además de instar con fuerza a la liberación femenina (en artículos como “Hermanitas”, “¿Dónde están?”, “Feminismo”, “A mis hermanas”), también dedica un apartado a analizar las interacciones políticas y económicas en “La prostituta”, se encuentran los folletos “La mujer en la lucha social” (Galo Diez), “Cartas a una mujer sobre anarquía” (Luiggi Fabbri), “La mujer esclava ” (Changi René) y “Palabras a las mujeres” (Manuel Márquez), y “Lo que todos deberían saber (iniciación sexual)” (Beseede G. M.), “La educación sexual” (Morestan J.), “Huelga de vientres” (Luis Bulffi) y “Generación Consciente” (Frank Sutor). Este último título les costó a sus editores “una advertencia y amonestación por parte de la Junta de Sanidad del puerto, siendo amenazados con 2 mil pesos de multa si insistían con mantenerlo en venta” (Muñoz 2014: 46) .

Sin duda, respecto a la sexualidad, predominó la influencia española de la mano de editoriales como “Salud y Fuerza”, asentada en Barcelona, y la ya clásica Maucci. En Chile, fue principalmente el proyecto de difusión El Sembrador de Valparaíso quien se dedicó a reeditar ejemplares sobre esta temática21 . Destaca, entre el grupo encargado de esta iniciativa impresora, compuesto por Luis Heredia, Gregorio Ortuzar o Julio Navarrete, que el fuerte de su actividad se centró en la difusión doctrinaria, situación que los llevaría a mantener una estrecha relación con los Centros de Estudios Sociales, mientras criticaban duramente el centralismo de la IWW y su posicionamiento demasiado “sindicalista” (Peña 2021: 144) .

La inestabilidad política vivida desde 1924 en adelante, con el denominado “ruido de sables”, desvió el interés anarquista hacia otros asuntos más presurosos, tales como la lucha contra la legislación social y la intervención estatal a través de ésta. Las consecuencias del fructífero período de debate y reflexión teórica no pudieron palparse en el corto plazo. La instauración de la dictadura militar de Carlos Ibáñez del Campo, entre 1927 y 1931, afectó a todo el espectro obrero de la época, especialmente a sus sectores más activos, quienes padecieron la represión, la censura o la cooptación aplicadas por el régimen. A pesar del ambiente adverso que se inauguraba, los anarquistas mantuvieron su férrea labor organizativa, dando cuenta de su presencia a través de espontáneos destellos de protesta y rebeldía. El clima de intercambio intelectual

21 Este análisis se sustenta en la lista elaborada por Víctor Muñoz para los años 1915-1927, aparecida en el anexo de Cuando las bombas son de papel (2014: 123-130) .

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tampoco pudo ser detenido del todo, ya que los puentes comunicantes, generados entre el anarquismo local y el internacional durante las primeras décadas del siglo, solo tenderían a fortalecerse.

El ambiente de inquietud ideológica fue, sin embargo, breve y acotado, pues otros aspectos de la lucha social concitaron el interés prioritario. La instauración de la dictadura de Ibáñez en 1927 complicaría aún más el panorama, ya que la represión y la cooptación aplicada durante su régimen tendría un efecto especialmente perjudicial para los ácratas. Una “declaración oficial (…) afirmó que, ante las actividades anárquicas de un grupo de políticos y comunistas, se ejercería la autoridad sin contemplaciones ni vacilaciones”22. Por medio de detenciones, relegaciones y el exilio se buscó desarticular al movimiento anarquista que, pese a las adversidades, no logró ser “absolutamente dominado”.

Esfuerzo anarcosindicalista: 1931- 1938

El panorama en el que el anarquismo actuó en la década del 30’ responde a un período de debacle en el cual su influencia social disminuyó, particularmente en los sindicatos tradicionalmente vinculados a esta ideología23. Tras la crisis internacional del capitalismo (1929), “los años siguientes estuvieron marcados por la implementación de políticas que buscaban asegurar la recuperación económica y al mismo tiempo la estabilidad política institucional” (Garcés 1985: 8). Para esto, se consolidaron mecanismos de regulación como la legislación laboral impuesta durante la dictadura de Ibáñez, que estableció dos tipos de organizaciones sindicales: una dentro de la ley y otra al margen (Valenzuela 2008: 22-42; Sanhueza Tohá 1994: 217-220; Rojas Flores 1993: 61-85). Desde un aspecto ideológico, estas leyes fueron antinómicas con el anarquismo, ya que implicaron un nivel de control y regulación, por parte del Estado a los sindicatos, nunca antes visto (Rojas Flores 1993: 68-69). De esta forma, el anarquismo fue golpeado por un Estado que aumentaba sus facultades para hacer frente, ya no sólo a la crisis social del período, sino, además, a los problemas laborales derivados de un sistema económico dependiente. Por otra parte, los partidos políticos de raigambre popular permitieron canalizar las demandas de un sector importante de la población a través de la participación institucional, cercando las proclamas ácratas de acción directa y organización obrera autónoma .

22 De acuerdo con el cálculo realizado por Rojas, la persecución política estuvo concentrada en un 12,2% en militantes identificados como anarquistas (1993: 24 y 37) .

23 Principalmente en gremios como los zapateros, panaderos y portuarios (Sanhueza Tohá 1994: 94-101) .

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Sin embargo, al mismo tiempo que esto ocurría, el movimiento anarquista local daba muestra de un prolífico desarrollo interno signado por la multiplicidad de iniciativas sindicales y culturales, además del fructífero proceso de reflexión respecto a los medios de lucha y finalidad de sus organizaciones (Muñoz 2013: 57-58). Así, las agrupaciones específicas, con énfasis en lo doctrinario y en lo ideológico, tuvieron también su período de crecimiento y diversificación desde comienzos de los años 30’. Por ejemplo, hacia 1933 se creó la Federación Anarquista de Chile a partir de la confluencia de las Agrupaciones Anarquistas Locales de Santiago, Valparaíso, Rancagua, Concepción y Osorno, además de grupos provenientes de Talca, Curicó, Temuco y Valdivia (Sanhueza Tohá 1997: 336) .

El inicio de la reagrupación de los sindicatos anarquistas tuvo enormes frutos durante la década de 1930 y principios del 40’, registrando ciento treinta agrupaciones en la región chilena, así como la publicación y circulación de 35 periódicos. Con todo, fue la Confederación General de Trabajadores (CGT), fundada a fines de 1931, su principal organización en la década, “tanto por su extensión geográfica, la variedad y dinamismo reivindicativo de los gremios adheridos, por el diverso movimiento cultural y es pecífico generado a su alrededor, como por su éxito unificador de la mayor parte del horizonte libertario” (Muñoz 2013: 59 y 120). De carácter sindicalista revolucionaria y cuya finalidad era el comunismo libertario (Heredia 1935: 21; La Protesta, 28 de noviembre de 1931), su amplia cobertura abarcó desde Arica hasta Puerto Montt (Muñoz 2013:120) .

Entre los principales mecanismos de propaganda se mantuvo la tendencia de priorizar los debates en periódicos, el uso del folleto y las giras en base a las necesidades e intereses intelectuales del momento. La producción de material impreso anarquista en Chile fue sustancial, aunque en un número notoriamente menor que la década anterior. Entre los títulos anunciados en los periódicos La Protesta y Vida Nueva es posible observar una reiteración de autores conocidos (E. Girault, Max Nettlau, Luiggi Fabbri, Rudolf Rocker), la inclusión de algunas novedades, principalmente referidas al proyecto constructivo del anarquismo, como “Nueva creación de la Sociedad por el Comunismo Anarquista” (Pierre Ramus) y “Reconstrucción social” (Diego Abad de Santillán), y la difusión de textos coyunturales sobre la Guerra Civil Española (Vida Nueva, 15 de octubre de 1934; El Andamio, 7 de noviembre de 1934; La Protesta , 1ª quincena de febrero de 1938). Junto a esta oferta, destacamos la irrupción de un reducido número de individualidades que asumieron tareas intelectuales, y que destacaron en distintas instancias culturales como focos de reflexión y debate. Al respecto, sobresalen los nombres de Luis Heredia, Gregorio Ortúzar,

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Félix López y Juan Segundo Montoya. Gracias a la concurrencia de su pluma la producción de material original publicado en los años 30’ al alero de la CGT experimentó una ingente proliferación .

En cuanto a los folletos, la década inaugura en 1931 con “La organización y la cultura”, escrito por Juan Segundo Montoya, un “tratado sociológico donde analiza variadas temáticas relacionadas con la organización obrera y la cultura popular” (Godoy 2014a: 59). Su índice permite hacernos una idea de cómo la producción intelectual se moldea en base a las necesidades contextuales. Publicado tras la caída de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, e inserto en el período de inestabilidad institucional, el texto de Montoya fue escrito “con optimismo, amor y esperanza en las jornadas de liberación humana” que se avecinaban, siendo estructurado en base a los siguientes capítulos: “La organización es la ley universal”, “Cultura”, “Hacia la solución de los problemas económicos”, “El poder del pensamiento, la fuerza de la voluntad y la acción en el seno de la sociabilidad”, “¿Por qué y para qué nos organizamos”, “El trabajo y el amor”, y “Un llamado a los trabajadores del músculo y el cerebro” (Segundo Montoya 1931) .

Ese mismo año se publicó, igualmente, la primerea edición de “Cocina Naturista Racional y Compatible”, encaminado “a dar a conocer las bondades del sistema de vida naturista”. Esta iniciativa se vinculó al trabajo previo de Montoya, quién, desde inicios de la década del 20’, se acercó al naturismo realizando cursos por correspondencia de Trofología y Trofoterapia. Luego, en noviembre de 1928, fundó el Centro Naturista de Concepción, del cual fue su Secretario General durante su residencia en dicha ciudad; cargo que volvería a desempeñar en 1930 en el Centro Naturista de Osorno, una vez llegado a la región (Godoy 2014a: 59, 31, 37 y 47-48) .

Respecto a la temática de la organización obrera, dos fueron principalmente las publicaciones que se abocaron al estudio exclusivo del anarcosindicalismo. El énfasis de estos textos estaba puesto en los aspectos teóricos e históricos de esta tendencia, expresando un objetivo de formación ideológica de los trabajadores en general. Así, se ofrecía la evaluación de una realidad golpeada por la Gran Depresión que urgía a la formulación de un proyecto de sociedad anarquista, sostenido por una reestructuración económica y productiva, y nuevos organismos de administración social. El primero de éstos, llamado “Cómo se construirá el socialismo”, fue escrito por el zapatero Luis Heredia en 1934, aunque, debido a problemas económicos, recién pudo ser publicado en 1936. El segundo folleto apareció dos años más tarde en una coedicición entre editorial CGT y la CNT española que sellaba la unidad de ambas tradiciones bajo

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la bandera del anarcosindicalismo. El texto “Hacia un mundo nuevo. Teoría y práctica del anarco - sindicalismo”, escrito por el militante de la CGT Gregorio Ortúzar y el Dr. Isaac Puente de la CNT de España, representó la consolidación del anarcosindicalismo durante el período estudiado, al mismo tiempo que señalaba la última gran expresión de esta tendencia en Chile.

La obra de Heredia inauguró la editorial de la Confederación General de Trabajadores24. Mediante donativos y pago anticipado de ejemplares (al precio de $2.00), se pudo publicar este “interesante libro (…) que ha concretado en sus páginas la trayectoria del movimiento sindical internacional y chileno y cuyo corolario es la estructuración de la Sociedad de Productores” (El Andamio, 6 de diciembre de 1935) . En cuanto a Montoya, es necesario consignar que durante la década del 30’ se perfiló como uno de los intelectuales más promisorios del anarquismo local. Para esto contó con el apoyo e infraestructura de la dinámica Federación Obrera Local de Osorno (FOLO), fundada el 1° de noviembre de 1931. Producto de su destacada concurrencia, que incluyó, entre gremios y organizaciones afines, a la Unión de Albañiles, Estucadores y Ayudantes, a la Unión Sindical de Oficios Varios, a la Unión Sindical Femenina y la agrupación juvenil “Vanguardia”, la FOLOse convirtió en un prominente espacio de sociabilidad y cultura libertaria. Así, en diciembre de 1933 sumaron, también de Montoya, “Un llamado a los Campesinos”, folleto “redactado durante un corto período en la Cárcel” de Osorno, en donde instaba a “los campesinos a organizarse bajo los principios del anarcosindicalismo al alero de la CGT, para liberarse de la explotación capitalista” (Godoy 2014a: 87-88). Producto de esta labor organizativa y propagandista fue perseguido y castigado por parte del Estado. “Durante las facultades extraordinarias del gobierno del señor Alessandri (…) fue relegado dos veces y detenido en varias ocasiones. (Además) se le procesó por haber publicado el folleto “Un llamado a los Campesinos”. La Corte de Santiago lo condenó a 50 días de prisión y $ 500.- de multa” (Vida Nueva, 30 de junio de 1934) .

De todas maneras, Montoya no cedió a las presiones gubernamentales que amenazaban con la cárcel. Continuaría en su afán proselitista, por el anarcosindicalismo y el naturismo. En 1934 vio la luz “El Cocinero Naturista”, obra ilustrada producida por Vida Nueva, que parecer haber sido una versión revisada

24 Esta editorial fue fundada a finales de 1936. A un año de actividad había “publicado tres libros valiosos, siendo el primero de ellos, “Cómo se construirá el Socialismo” obra del camarada Luis Heredia, destacado militante confederal. El libro se habí a anunciado con el “título “Cómo se realizará el Socialismo”, pero una trasposición involuntaria del dibujante de carátula cambió la palabra “realizará” por “construirá”, lo que en nada altera el sentido del título, ni el contenido de la obra” (La Protesta, 2 de octubre de 1936) .

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y aumentada de su texto de 1931 (Godoy 2014a: 92). Al año siguiente se sumaron nuevas fuerzas a la labor cultural de este grupo, gracias a que, “tras extraordinarios esfuerzos”, lograron “montar una pequeña imprenta propia” (Vida Nueva, 22 de junio de 1935). A mediados de 1937, Vida Nueva complementó su alcance con la inauguración de una “librería selecta” encargada de la difusión de “los mejores libros de Naturismo y sociología” (Vida Nueva, 18 de julio de 1937) .

En base a lo señalado, la existencia de la imprenta Vida Nueva de Osorno fue sumamente activa. Además de las reediciones de ya populares textos ideológicos disponibles en la librería, fue en sus prensas donde se publicó en 1938 “¡Defendamos las tierras de la región austral! Reivindicaciones Inmediatas de Obreros y Campesinos” escrita por Arauco Indomable (Juan Segundo Montoya), folleto vendido a 40 centavos. El valor de esta obra se enmarca en un esfuerzo mayor realizado por Montoya caracterizado por los múltiples intentos por promover la organización sindical campesina en Chile. Efectivamente, además de su primer folleto al respecto, “Un llamado a los campesinos”, Montoya fue un importante aliciente para la organización, en 1934, de la “Unión de Campesinos de Osorno” adherida a la CGT (Godoy 2014a: 68; Muñoz 2014b: 122) .

Finalmente, hemos podido consignar la existencia de “El terror ibañista. Breve reseña de la Dictadura” (1938), por el Centro de Estudios Sociales “Amor y Libertad” de Rancagua, afiliado a la CGT. Advertían que en el folleto “no hallarás frases bonitas ni primores de estilo, y no lo hallarás, porque sus páginas están empapadas de sangre proletaria”. Por lo mismo, la venta de este ejemplar iría en “total beneficio de la propaganda cultural y antifascista”. Ahora, si bien se buscaba denunciar “toda la incontable serie de atropellos, vejámenes y bofetadas a la dignidad ciudadana” cometidas por Ibáñez, esta publicación tuvo objetivos más directos, ya que se presentó primariamente como un recordatorio de las características de su autor, “un hombre que hoy se atreve a presentar su candidatura presidencial”, pero cuyo pasado se encuentra marcado por “los abusos de poder cometidos”.

De este modo, 1938 marca el cierre de un ciclo para la edición de folletos anarquistas en Chile que se vinculó a los vaivenes experimentados por el movimiento general, a los procesos internacionales y a las coyunturas locales. A pesar de la publicación por parte de Editorial Más Allá, al año siguiente, de “El Éxodo. Por un refugiado español”, relato en primera persona de Solano Palacio sobre su experiencia como exiliado español llegado a Chile como polizonte del Winnipeg (Godoy 2014a: 99), en lo venidero las

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publicaciones anarquistas experimentaron una merma significativa que reflejaba lo sucedido en sus organizaciones matrices: la CGT y la FOLO.

Las consecuencias de la irrupción de los partidos políticos de base popular, y su subsiguiente llegada al gobierno como Frente Popular, afectaron profundamente el alcance anarquista. Así, a pesar de la “evaluación que se hacía de la suerte corrida por el Frente Popular en Francia y España, (que) impedía albergar expectativas en cuanto a la posibilidad de conquistas económicas, sociales y políticas para los trabajadores” (Sanhueza Tohá 1994: 129 y 179), reconocieron “la descomposición ideológica de nuestros propios dirigentes, incluso los hasta ayer anti-políticos”. El respaldo alcanzado por el Frente Popular ent re los obreros obligó a “dejar constancia de varios anarquistas (que) se dejaron seducir por los medios electoreros y hasta se incorporaron al Partido Socialista, entre ellos hombres de bastante preparación intelectual” (Vida Nueva, 7 de enero de 1939). De este modo, lamentaban cómo “poco a poco la política ha penetrado en las organizaciones obreras, descomponiendo la contextura revolucionaria de sus dirigentes, desarrollando en ellos el oportunismo parlamentario o ministerial”. Esto se explicaría, según denunciaron, por el escaso conocimiento de las ideas anarquistas que existía entre la gran mayoría de los trabajadores. Advertían que “el acervo cultural de los militantes confederales es su mayoría es bastante pobre, motivo por el cual ciertos hombres destacados de nuestra confederación han torcido por senderos tortuosos la línea revolucionaria” (Ariete, 1ª quincena de julio de 1939) .

La situación se agravó mucho más con la desaparición de dos de los cuatro periódicos sostenidos por los anarquistas, incluido el vocero de la CGT La Protesta (Sanhueza Tohá 1997: 315) y la derrota del banco republicano en España que afectó indudablemente el ánimo local.

Conclusión

El panorama de la edición anarquista en Chile durante el período investigado se caracterizó por la discontinuidad y la marginalidad de la producción local original. Con todo, logró abrirse un meritorio espacio en el esfuerzo de propagar conocimiento para la revolución. Así, lo esporádico de sus publicaciones nos hablan de su desarrollo descentralizado, mientras la presencia de material proveniente de compañeros del extranjero realza la capacidad de conexión transnacional generada desde Chile.

Una vez alcanzada la estabilidad orgánica, el movimiento anarquista local concentró sus esfuerzos editoriales en la difusión de folletos de corte teórico y coyuntural. A diferencia de lo sucedido con sus

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pares de Argentina, en Chile no se avanzó a la utilización del libro. Tampoco contaron traducciones autóctonas o una inserción social masiva de sus títulos (Domínguez 2017; Graciano 2012: 72-110). Esta situación contribuyó a la intemperancia de su labor editorial.

Aun así, el anarquismo local, con todos los obstáculos mencionados, generó una serie de publicaciones que destacan por su elaboración urgente y de bajo precio, y por la forma que establecieron su circulación y objetivo. Tras haber establecido un catálogo conformado por la colaboración internacional, la producción ácrata original en Chile se nutrió de autores voluntarios que no buscaron la consolidación de un estatus intelectual, sino el afán de promover las letras que cobijaban la revolución social. De este modo , se conformaron grupos de afinidad, los cuales, a asociados a periódicos, y, en menor medida, a agrupaciones gremiales, se dedicaron con ahínco a esta tarea.

La cantidad de títulos producidos varió considerablemente en el período estudiado producto de diversas coyunturales, tanto locales como internacionales. El arraigo reciente del anarquismo a fines del siglo XI X e inicios del XX derivó en una oferta limitada, dependiente, en general, del material enviado por sus pares de otras regiones. Esta situación se vio claramente revertida a partir de 1917, fecha en que el movimiento ácrata sindical y específico comenzó un evidente proceso de crecimiento y expansión de su influencia social que, en el plano editorial, se expresó en un mayor número de títulos originales concernientes a las necesidades del momento. Finalmente, la década del 30’ vio aparecer a escritores anarcosindicalistas , quienes, afincados en la CGT, generaron un panorama de propagada variado y original.

Igualmente, a pesar del limitado panorama editorial local, las tendencias de las publicaciones anarquistas registradas en los años 20’ manifiestan diferencias considerables respecto a lo sucedido en la década siguiente. Así, mientras que las publicaciones desarrolladas al alero de LUX estuvieron demarcadas, en general, por el análisis del funcionamiento de la sociedad capitalista, así como el desarrollo de las ideas liberadoras, el esfuerzo desplegado desde la CGT vio germinar formulaciones con mayor concreción respecto a las formas de llevar a cabo la revolución social y establecer una sociedad comunista anárq uica. De tal forma, podríamos establecer que lo sucedido en la “época dorada (1917-1924)” correspondió a un proceso de síntesis a partir del conocimiento acumulado previamente desde la práctica y la lectura internacionalista, en tanto en la década del 30’ se tendió a la creación autóctona que buscaba ofrecer

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soluciones tentativas a los imperiosos problemas del período, es decir, con un sentido “más que teórico, constructivo” (Graciano 2012: 79) .

De este modo, entre 1900 y 1938 es posible contabilizar alrededor de 30 producciones autóctonas, provenientes de unos 15 proyectos editoriales, entre los que destacan las iniciativas promovidas por el médico Nicolás C. Orellana, Julio Rebosio, Julio E. Valiente, Armando Triviño, el Grupo LUX y editorial CGT. Al respecto, hay que considerar la generación instancias de participación y colaboración múltiple entre individualidades y orgánicas de propaganda, ya que esta situación obligó a muchos interesados en tareas de difusión a intervenir en las diversas etapas de la recepción a través del circuito lector.

La importancia de los proyectos editoriales anarquista reside, por lo tanto, en su concepción del conocimiento como herramienta revolucionaria, situación que determinó su preocupación por la accesibilidad, el mensaje contenido y por las propuestas políticas e ideológicas que intentaron poner a disposición de la mayor cantidad posible de trabajadores.

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